Un paseo por Brujas y Gante
El museo de la tortura ocupa el Castillo de los Condes. Arcabuces y fusiles de cuerda. Vengo en son de paz. Un mandoble de mi altura no impide que clave mi pica en Flandes.
Paradójico
que el emperador que nació en un excusado de Gante sólo posea una estatua en el
apartado barrio de Prisenhof. Resquemor hacia el rey que humilló a los
revoltosos de su ciudad colgándoles una soga al cuello. Sauces tristes lloran
junto al río Lieve.
En los
tiempos de Jan Van Eyck,a comienzos del XV,Brujas era la capital financiera del
mundo. Hoy las herraduras de los caballos taconean sobre los adoquines. Encajes
en los escaparates. La patata frita está tan arraigada en su gastronomía que
cuenta con un museo propio.También hay exposiciones permanentes de Dalí y
Picasso. Como en casa.
Manifestación
y tamborada gay en la plaza Markt. En plena perfomance
se desploman al suelo como si hubiesen muerto. El carrillón de la torre Belfort
respeta el silencio. Las mañanas de los sábados, mercado de verduras; no faltan
pollos asados y comida china.
Cae la
noche. Junto al molino de Sint Janhuis, bajo carpa, hay concierto de rockeros barbados
con tripa. Me tira más dar unas pataditas con unos críos en un campo de hierba
artificial. Mi chut se envenena con el bote y ameriza en el canal Ringvaart. Me
acerco a la orilla y comienzo a desvestirme. La niña con más tino me grita
“It´s dangerous”.Dudo mientras Wilson
flota sin control. El dueño de la pelota, enfurruñado, me pide explicaciones. No
soy un héroe. Me rindo. Doy mi yogurt como ofrenda. Me miran mal y me voy.
Una
locomotora me apea en Gante. Las sillas de los feligreses de San Bavón son de
cafetería. Suena una virguería.El cartel indica “No molestar al organista”. Pues
no aplaudo.
Un canalón
fronterizo divide la fachada renacentista del Ayuntamiento de la flamígera. Un
cañón de doce tonaledas, Margarita la
loca, descansa pese a no haber trabajado nunca. Al este, Portus Ganda, zona tranquila
de recreo donde los barcos ya son magnos.
El museo de la tortura ocupa el Castillo de los Condes. Arcabuces y fusiles de cuerda. Vengo en son de paz. Un mandoble de mi altura no impide que clave mi pica en Flandes.
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