*Un primer contacto con la República de Bosnia y Herzegovina
La entrada en Mostar es intimidatoria. Metralla.
Cerca del puente, una uve invertida, se lee “Do´nt forget”.La barbarie de la
Guerra. La Unesco tuvo que sacar el cemento en 2004. Florece un bazar a sus
orillas. Entre los recuerdos hay bolígrafos dorados elaborados a partir de
balas.
Suspicacias al
adentrarse en la capital. Hace cien
años el archiduque Francisco Fernando se dejó aquí la vida. Dos niños de la
calle inician la limpieza de mi parabrisas.Apenas sumaban trece años entre los
dos. No importó mi negativa. Ya era tarde. Querían cobrar su mano de obra
mientras yo me apresuraba a subir la ventanilla. El disco se puso en verde y al
pequeño no le importó arriesgar su vida delante del toro.No pestañeó.Las
bocinas de los coches me impacientaban. Ni espada ni pared. Agarró mi espejo
retrovisor y amagó con retorcerle el cuello. ¿Qué podía perder? Tardó un buen
rato en fijarse en otros autos, más limpios y caros que el nuestro.
No aparece el hostal.Pregunto. Un tipo
espigado se ofrece a subir al coche y orientarnos. Desconfío.Mi tendal casero
a la altura de su cabeza. Hace dos llamadas. Los costes aumentan. Algo debemos ofrecerle.
El buen samaritano nos deja a buen recaudo y rechaza la recompensa. Que toda la
noche haga vigilia en nuestra calle un coche de seguridad no es muy
tranquilizador.
Una chica se estabiliza
con una pierna y una muleta; un soldadito de plomo,una de tantas palomas. Atraídos
por las exóticas viandas árabes decidimos comer en el restaurante Cyrano de Bergerac. El patrón nos
explicó en la puerta las maravillas de su cocina. Todo lo definía como ”extra”.
Pero sus mentiras eran tan largas como el apéndice del poeta francés. Olvidó
preguntarnos con el líquido mojaríamos el gaznate. Oímos la campana del
microondas. Al darme la vuelta merodeó por su vehículo y preguntó a sus
habituales hasta juntar toda la calderilla que pudo. Eran cuatro marcos de
menos. Se disculpó con un poco creíble “I´m sorry my friend”.
Sólo han podido
arañar un terrón al litoral croata, la playa de Neum. Ellas, menos depiladas
y femeninas que las dálmatas. Hay prioridades.Subiendo hacia la carretera por
los peldaños de la ladera atraviesas sombríos portales de edificios
particulares. Acechan los espías tras la maleza.
Espera infernal en
el paso froterizo. El abuelo siciliano camina como terapia. Un bólido se salta
el embotellamiento y se cruza en el carril contrario.Lo apodamos el
ex-convicto. Pensé que acabaría en trifulca. Tras dos horas el policía aduanero
me aconseja que vista mi camiseta.