El psicólogo Suso Carballeira habla de los secretos del flirteo (marzo 2012)
Mientras esperamos los diez minutos de rigor un jubilado canta las cuarenta con cartas de póker. Cae la tarde y no se rinde un Sol de justicia. Sólo dan la cara una decena de personas de toda edad y condición. Más de un anillo de compromiso. Contra lo que pudiera parecer, apenas dos chicos quizá por coincidir con horario Champions. Suso Carballeira, psicólogo del deporte, permutó su habitual Centro Cultural de Fontiñas por el de A Trisca. El arte de ligar a debate.
Un cortejo tiene similitudes con el deportista que se enfrenta a una situación de estrés límite. El máximo rival es uno mismo. Hemos de hacer frente a los obstáculos que nos impiden rendir: timidez, inseguridad, experiencias negativas previas… Hasta los poco futboleros recuerdan el errático penalty de Djukic del 94. El serbio, brazos en jarra, suspiró,se mesó los labios y le temblaron las piernas. Se consumó la tragedia. Más que la intervención de González sobraron pulsaciones y faltó confianza. ¿A quién no le impondría jugarse la liga en el último suspiro?
El proceso embaucador se entrena. Como lo oyen. Somos un comercial que ha de saber vender su producto. Aunque escribas un discurso en una servilleta todo se irá al traste si no te adaptas a las palabras de tu interlocutor. Hay quien sabe romper el hielo y consigue feeling pero es víctima de los nervios por no saber controlar esa euforia. En un flirteo es vital saber dominar la situación; incluso cuando me mandan a paseo se puede saborear una conversación. Lance Armstrong sufrió una aparatosa caída en Luz Ardiden por la imprudencia de un espectador; era el Tour del 2003. Después un traspié con el pedal lo hizo tambalearse; el tejano, con el codo ensangrentado, lejos de venirse abajo canalizó su rabia para ganar esa etapa a Ullrich.
Otro ejemplo son los soldados que sobrevivieron en las trincheras por saber lidiar con una situación de tensión límite; los cobardes no pudieron contarlo.O el secuestrado por las FARC que, recluido en un gallinero, consiguió frenar su agonía optando por pensar lo menos posible en su familia. Incluso Suso se pudo reponer cuando una vez, hartos de sus teorías, le tiraron un cubata por encima.
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