Real Madrid 1-2 Barcelona (Cristiano; Puyol y Abidal)
La víspera le preguntaron si hallara al fin la fórmula para desactivar al equipo de Pep. Fue seco y escueto. “No”. Una pose de póker. Pero en sus últimas ocho manos contra el de Santpedor sólo ganó una. Aquel técnico bábaro firmó su epitafio en el momento que asumió la evidente inferioridad. Eso se castiga en Chamartín. Gustan más los pretextos. Basta la ausencia de dos peones para justificar una mezquina búsqueda de tablas.¿Quién oyó al Barça lamentarse de que dos alfiles de lujo no acariciasen el tablero?
No le sentó la siesta al de Setúbal. Apostó por Altintop que fue la peonza de Iniesta. Levantó a Carvalho de la camilla quien casi revienta la rodilla derecha del mejor zurdo del mundo. Y lo peor, juntó tres arietes de inicio sin un lanzador. Todos tenebrosos. No se aprovechaba la vulnerabilidad del rey ajeno. Guardiola cumplía su tradición de regalar la Copa a Pinto. La primera vez que se le requirió, única a la postre, volvió a sembrar dudas. Cristiano lo batió por bajo tras galopar por el tartán. No hubo más baza que esos pelotazos a la espalda de Alves; pero fue Ronaldo quien acabó con la lengua fuera persiguiendo al galgo brasileño. Sólo Benzema volvería a chutar a palos en todo el choque.
El primer susto fue un cabezazo bombeado de Alexis al travesaño. Casillas se mimetizó en la Cibeles. Paradas de mérito,como siempre, pero está huérfano en juego de pies.Cesc fue más el creativo gunner que el delantero mentiroso de desmarques por sorpresa.
Hasta la reanudación no llegó el empate. Misma fórmula que en Durban. El Madrid quiso matar el
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