* Un paseo por la gran ciudad portuaria del sur de Francia
Le llaman la Ciudad Foceana porque fue fundada por unos navegantes griegos,en la actual Turquía. De eso hace 26 siglos, lo que la convierten en la población francesa más antigua. Sedujo a romanos pero tuvo novias constantes durante toda la historia. Metió mano el genio Le Corbusier en los cimientos de plastilina. Hoy se enarbola la bandera de la multiculturalidad,y en esencia muy árabe. Puro carácter. Droit au but. Como aquel equipo que levantó la Orejona en 1993. Con figuras como Barthez, Desailly, Angloma, Rudi Völler o, el Rey Midas,Deschamps. También aquí vencen a la ciudad del Sena.
La llave de acceso puede ser la Estación Intermodal de Saint Charles. Emplazada sobre un promon-torio,sirve de mirador para ver una iglesia lejana posada sobre otra montaña.¡Allí tengo que subir yo! Hay que disfrutar de la espectacular escalera, con dos mansos leones sin hambre, salvo que te toque subir la valija llena a última hora con tu locomotora a punto de partir.
¡Sorpresa! El Arco del Triunfo, tres años más joven que el parisino, homenajea a las hazañas hispanas del Duque de Angulema.
Alcázar fue teatro,sala musical y cine. Hoy es una amplia biblioteca que cuenta con salas de exposiciones. Este trimestre manda Camus. No se puede ser más francés naciendo en Argelia.
Se ilumina de noche La Prefecture, inspirado en el Palazzo Vecchio florentino, que fue tomada por los comuneros en 1871; tras la liberación el General De Gaulle emitió un discurso en 1944.
Puedes coger el tranvía para llegar al Palacio de Longchamp. Niños juegan a la pelota. No pasa nada si el cuero cae a la fuente. Existió un zoo durante casi una centuria pero el pueblo se rebeló ante la opresión animal. Bajo techo tenemos el Museo de Historia Natural y, en el ala este, el de Bellas Artes.
Aquí me impactan los rostros pálidos de los finados en la peste en Marsella, 1720-22. El autor fue Michel Serre, pintor catalán que fue testigo directo de la tragedia. Ya hubiera otro episodio de esta terrible epidemia cuatro siglos antes.Tras esa primera desgracia se hizo célebre su suave jabón, que no irrita las pieles sensibles.
En la Iglesia neogótica de San Vicente de Paúl, de techumbre elegante, entablo amistad con el Papa Viajero y Doncella de Orleans. Los Reformados, la apodan los masilienses.
Por la avenida Canebiére, llamado así por el cáñamo que se producía para construir cuerdas o cestos, 1000 metros de paseo que terminan en un carrusel de ilusión y el Port Vieux.
Se reflejan en una vidriera los músicos callejeros del Port Vieux. Una cerveza y un piscolabis con vistas para divisar el atraque de las embarcaciones. Pero la opinión pública quiere cerrar el grifo a los grandes cruceros. Stop a la polución. "Marsellanos, movilicémonos". En invierno sopla el Mistral.
Cada noche se cruzaba de lado a lado una pesada cadena a modo defensa pero en un saqueo español en 1423 fue confiscada; se expone en la Catedral de Valencia. Una de las historias que se siguen recordando es el encallamiento en 1780 de la fragata Sartine, que traía prisioneros franceses ya liberados en una guerra contra los ingleses. Quedó bloqueado el acceso al puerto y sirvió acrecentar el estereotipo de que los marselleses son amantes de la hipérbole.
Al Sur del Port Vieux, en el entorno del Teatro Nacional, la animación nocturna es de órdago . En la Danceteria los cigarrillos no disimulados crean un manto de humo. En el Bounce los hombretones de la puerta no consideran apto a un solitario español con camisa alegre.
Le Panier es el quartier bohemio que salva las pendientes con escaleras. El reto es ir descubriendo nuevos graffitis, que crecen como setas con temáticas y estilos heterogéneos. Las macetas salen en familia por la puerta de casa, no siempre con el mayor de los cuidados. En la biblioteca solidaria puedes coger libros a precio libre o mediante intercambio. Las habitaciones son más baratas que en la Costa Azul pero muchas no destacan por calidad y confortabilidad.
En el XVII la Charité era, tras emitirse un edicto real, para los indigentes y mendigos. Cuenta con la Iglesia de Puget, ovoide y barroca, y varios museos, el de utensilios egipcios y el de artes africanas.
La Catedral neobizantina es otro ejemplo del estirón que pegó Marsella en la era decimonónica. La primera piedra la puso Napoleón III. Sus enormes dimensiones, puede acoger 3000 fieles, llaman menos mi atención que sus singulares rayas horizontales bicolores; La Mayor me recuerda a la torre de la Seo de Siena.
La abadía de San Víctor,dirigida al patrón de la ciudad, es una inexpugnable fortaleza. Se levantó cerca de donde descansaban los mártires de Marsella. Uno de sus abades se convirtió en el siglo XIV en Urbano V. Muchos santos sarcófagos y un órgano de primera división.
Cuando se aproxima el ocaso comienza un goteo hacia Notre Dame de la Garde. Una trabajada pereregrinación hacia el cielo. Sobre el campanario La Virgen María, que debe ser bañada en oro cada cuarto de siglo, es la protectora de los marineros.
Pinceladas de nubes.Vistas al arquipiélago de Frioul. Una gozada. En la más próxima a tierra, a dos kilómetros, está el Castillo de If. Isla legendaria donde hizo escala un rinoceronte, animal exótico entonces por estos lares, que el rey luso iba a regalar al pontífice León X. Y, por supuesto, prisión del Conde de Montecristo en la célebre novela de Dumas.