*Ponencia de Álvaro Brechner en la 37ª edición de Cineuropa (20-XI-23)
*Publicado en El Faro de Vigo (19-XII-23)
Brechner lee mucho y ve cine variado. Sobre
todo películas americanas de los cuarenta y setenta e italianas de los sesenta.
"Esa es la patria de mi infancia". Tenían estructura de cuento, como
el érase una vez, interés social, político y un sentido vitalista. Salpicado
por el humor, como diciendo estamos hundidos pero nos reímos igual. Como le
confesó a María Kodama, en todas sus películas procura colar algún momento borgiano.
Para inspirarse se va una semana a
Fuerteventura y lee un libro de Walter Murch sobre el montaje de obras como El
Paciente Inglés. Este hombre renacentista también se dedicó al sonido en obras
laureadas de Coppola como El Padrino II o Apocalipsis Now. Álvaro
también escucha siempre, casi obsesivamente, una canción pero se niega a darnos
el título pese a que insistimos. Y se marca una férrea disciplina. Procura
evitar citas sociales para encontrar la inspiración. Y, por
último, reescribe los guiones tres o cuatro semanas antes de rodar, ya con las
localizaciones cerradas.
Hay que saber contar bien lo que le pasa al
protagonista pero lo que no muestras te libera.
“El director es el resultado de lo que son sus películas y no al revés. La
principal herramienta de un cineasta es la imagen, la esencia, y a eso hay que
agregarle millones de cosas técnicas, sensoriales y dramático narrativas”. El
cine es un arte más dramático que narrativo. Tiene el factor tiempo, como en el
fútbol, lo que le otorga más suspense.
Cuenta una anécdota sobre Django, de Tarantino. Se quedó
fascinado con la mirada de un esclavo en el momento en que dejaba de serlo.
Hablaba más que con palabras.
Estuvo dos años sin saber que hacer con La noche de los doce años. Las pelis de
cárceles suelen ser de dos tipos. O de como se organizan para escapar o de como
forman una sociedad paralela. Investigó mucho. La historia era potente. Le
influyó mucho la lectura de El vagabundo de las estrellas de Jack
London. Narra 12 años de aislamiento carcelario de tres rehenes de la
dictadura uruguaya. No veían el sol, no les hablaban, estaban totalmente
incomunicados. Era todo cíclico. Su cerebro no recibía los estímulos de los
sentidos. Cuesta distinguir el sueño de la realidad. Y los recuerdos de las
fantasías.
En Mal día para pescar coge a Onetti, que suele ser un autor
inadaptable. "Todo el mundo lo conoce pero nadie se atreve a leerlo.
Requiere entrar. Es como cuando se rompe la cañería de tu casa y sabes que va a
oler mal". Este escritor tiene poco conflicto y es poco dramatizable.
Se recrea el pueblo de Santa María, algo así como el Macondo de García
Márquez. Nadie sabe muy bien como es pues en cada libro de Onetti parece
distinto. Entre ríos. Con reminiscencias a veces de Montevideo, otras de
pueblos más pequeños.
Le costó mucho financiarla porque era su
primera película pero había algo a su favor, tenía mucho tiempo. Viéndola ahora
le parece un filme muy pesado, estaba muy condicionado por todas las películas
que veía del cine americano de los setenta."¡Nos pasamos! Tenía un
planteamiento muy profundo y nos entreteníamos demasiado en los detalles".
La trama es sencilla. Un fornido se gana la
vida viajando por los pueblos para luchar contra los paisanos. Han de
aguantarle tres minutos.Uno, que tiene a su mujer embarazada, se atreve a
retarle.Y el mánager duda de su pupilo porque ya tiene unos cincuenta años y
son"120 kilos y ni un gramo de cerebro". Para buscar a Orsini,
el representante del forzudo, pensó en Gary Piquer, que fuera
protagonista de su primer corto. Necesitaba un vendesueños, un estafador que se
cree un príncipe. Y así se lo dijo tomando un whiskie en una parrillada
uruguaya.
Y ¿cómo se comunicaban los
protagonistas? Eso acarreaba la dificultad de rodar en dos lenguas.
En la ficción el luchador era alemán y al final encontraron para representar al
forzudo a un actor finlandés.
Brechner conoció a Dorothea Muhr, la viuda
de Onetti quien lo acompañó en sus últimas dos décadas en Madrid. El
director fue franco y le avisó, así lo firmó en los derechos, de que no quería
que ella supervisase la obra antes de estrenarla. Y es que, “toda adaptación,
incluso un guión original, adapta algo”. A ella el título le parecía una
porquería, su hombre lo había llamado "Jacob y el
otro". Gary para impresionar a Dolly, así
le apodaban, le dijo que había estado en el reparto de Arsénico por
compasión.
Dirigió la ópera Don Giovanni en
Uruguay. Sólo contaban con diez días de ensayo con los intérpretes
internacionales. Recibió inspiración del universo ciberpunkie. "Hay
códigos que no puedes hacer. Yo pensaba en hacerla cinematográfica y ya me
dijeron"ni comentes eso". Los cantantes tienen que estar cerca
de la filarmónica y tener contacto visual con el maestro.