Publicado hoy en El Faro de Vigo y La Voz de Galicia
El Padre Hipólito enseñó
las entrañas del Convento de San Francisco a turistas y curiosos. Y a la
televisión autonómica. No vende humo. “No tenemos ningún documento de la
presencia del San Francisco de Asís aquí; sí pergaminos de la presencia de franciscanos” hace ocho
centurias.
Esta es la leyenda.
Cotolay fue un humilde carbonero que hospedó a San Francisco. Su sarcófago se
conserva desde la época decimonónica en la portería del actual convento. Su
casa estaba en la ermita de San Paio, en la falda del monte Pedroso.Por allí
oró Francisco y Dios le encomendó erguir un convento. Tuvo el Santo que solicitar
el terruño al abad del monasterio benedictino de San Martín Pinario; a cambio sería
forero aportando cada año una cesta de peces. El
primer recibí que conservamos de esas donaciones es de 1635 pero está en muy
mal estado.
Las vidrieras del
Salón Giotto las ideó Luis García, humilde fumador de pipa. Busca la sencillez.
Gotas de lluvia,la Estrella Polar, las fases lunares.“Porque Francisco no andaba
con tonterías.”
Los arcos ojivales
góticos son de finales del XIII. Sus vanos fueron ornamentados en la
actualidad con vidrieras. Allí se representa el martirio, traslado y sepultura
del Apóstol y, en un capitel, la venida de Francisco a nuestra ciudad. Es la
imagen más antigua que conservamos del Santo.
Cuando el Padre
Hipólito era un muchacho jugaba al futbito y al baloncesto en el Patio de
Cristal. Por ello es el lugar talismán de la presentación y concentraciones del
Obradoiro CAB.
En el Salón Carlos
V, sala capitular donde los frailes enseñaban teología, el emperador flamenco reunió
las Cortes en 1520, antes de pasar la Semana Santa en San Lorenzo de
Trasouto.
También tiene
vivencias el Padre Hipólito en el Refectorio. “Cuando tomé el hábito en el 64
estaba el comedor lleno; hoy somos nueve. No había calefacción. Los novicios
teníamos que rezar en latín el De
profundis y nos tocaban la campanilla cuando nos equivocábamos:¡RE-PI-TA!
Si no estamos
saciados podemos visitar el poco conocido Museo de Tierra Santa, inaugurado en
1993 por la infanta Cristina o comer como auténticos frailes por menos de
veinte euros.
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