viernes, 21 de marzo de 2014

Centenario de la Gran Guerra


   Martín Baumeister, director del Instituto Stórico Germánico di Roma, aceptó la invitación de Nuñez Seixas para hablar en la Facultad de Historia de la Universidad de Santiago sobre la Gran Guerra.  El orensano enfatiza que los alemanes aún respetaban los derechos de los judíos.

   En la I Guerra se pusieron en práctica elementos que ya se dieran en los conflictos coloniales. Los italianos hacían “misiones civilizadoras” en el Cuerno de África. Los españoles habían montado campos de concentración en Cuba y tiraran gases tóxicos sobre la población rifeña. El gas mostaza contaminaba agua y tierra. Alfonso XIII quiso deliberadamente “extirpar estas tribus”.

   En las trincheras había mucho tiempo donde no pasaba nada; durante la famosa tregua de navidad de 1914 los enemigos brindan juntos. Aún había un resquicio de respeto y humanidad. 

   La rápida invasión de Francia o Bélgica provoca tantos difuntos o más que en las batallas más cruentas de la I Guerra.  La primera cortina de hierro fue ideada por los alemanes. Mandaron construir a los belgas una valla electrificada que los separaba de la zona holandesa.

   Comienzan los ataques aéreos.  Se usan aviones y zeppelines para quebrar la moral del enemigo. Murieron así mil cuatrocientas personas y cinco millares resultaron heridos. Se comienza a borrar la línea divisoria que hasta entonces había entre militares y civiles.

   Se estima que perecieron trece millones en la I Guerra; todo se agravó mucho más con la gripe española de 1918, pandemia así llamada así porque aquí sus estudios no sufrieron censura.

   La cruz religiosa es instrumentalizada por el mensaje político en camposantos como el de Douaumont, cerca de Verdún. Propaganda hacia los caídos.  El 11 de noviembre de 1920, justo dos años después del armisticio, Londres alzó un cenotafio y París un Monumento al Soldado Desconocido. Esta idea se plagiará en otras ciudades. Se democratiza el culto al heroísmo. Pero no estamos ante un hecho pacifista. Francia estaba eufórica tras recuperar Alsacia y Lorena.    

   En los “felices” veinte hubo artistas que plasmaron el horror y trauma que causó el conflicto; George Grosz dibujó un Cristo crucificado con máscara antigás y Otto Dix el tríptico La guerra.


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