*Marcha de los 50km alrededor de Compostela
organizada por el Club Deportivo Fontiñas (abril 2008)
Viajo a la tierra donde se saluda a cada desconocido. Una ruta por mi ciudad escapando del bullicio y del asfalto. Pureza en el ambiente. Olor a eucalipto. Árboles caídos conforman una naturaleza caprichosa. Ni rastro de la contaminación de Pekín.
Ruido de otro manantial. A veces nos movemos por la orilla del río, tan cerca que el camino es más profundo que los charcos. Inevitablemente nos mojamos los pies. Hasta las rodillas se sumergen los que disfrutan del coto de pesca. Incluso hay casas que humedecen sus cimientos.
Uno piensa en sus problemas cotidianos para olvidarse de que va caminando y escucha conversaciones ajenas. ¿Hablar? Poco que cansa; sólo alguna llamada de mamá dando apoyo. Pronto el grupo se rompe y cada uno va a su ritmo. Sudo. Veteranos de metro y medio te pisan los talones en angostos caminos: ¿Haces el favor de dejarme pasar? .Me apropio de un bastón de mando para los repechos. Vaya, una concentración de motos, ¡Así cualquiera!
Muchas cañadas las desconozco, la mayoría no sé donde conducen, algunas siguen tendidos de la luz. Ya hubo tierra y piedras pero ahora piso grava gorda y penetro en la sombra de un túnel; no hay traviesas ni raíles pero me da un sofocón introducirme por donde sólo cabía aquel tren.
Mis pies sufren mucho, el pecho no, a pesar del asma. Adiós al báculo. En el tramo final me acompaño de la radio, ya no disfruto del paisaje sin aditivos y sólo pienso en llegar. Ni me fijo en los electrodomésticos oxidados, en las obras perennes del Gaiás o en la chatarra almacenada bajo un puente. Doce horas y casi llego fuera de control arrastrando dos kilos menos de mí; otra jornada como esta y me gano la compostelana. Sarna con gusto no pica
No hay comentarios:
Publicar un comentario