Triatlón Olímpico

 Con las yemas de los dedos arrugadas y la moral por las nubes finiquitó Gómez Noya su fluir por el Lago Serpentine. Su gorro esmeralda apareció tras el de Vargas, sorprendente eslovaco que comandaba la carrera. Al tomar el manillar se formó un quinteto con los sempiternos Brownlee y el italiano Fabian.Pero antes de completar el tercer paso por el circuito el grupo perseguidor, donde venía el vigente campeón olímpico Frodeno, logró neutralizarles. Eran veintidós. Hayes se degolló por su Armada Invencible. Alistair tensó más pero no logró descolgarse. Para avituallarse la sexta vuelta y hacer cábalas.

El luso Silva empezó la fase pedestre con los tres favoritos, frenéticos en el paripé de la transición, pero pronto claudicó. El guión previsto si nadie invocaba a la Virgen de la Cueva. Javi lucía gafas de póker y buenas piernas.Alistair mostraba sus cartas, ritmo devastador y rostro apesadumbrado. Pinta bien. El ferrollano saliera airoso del Hyde Park en 2010.

Tras la segunda vuelta el benjamín asumió que aquel ritmo no era para él; cumplió al fin su sanción; por picaresca o ansiedad, al salir del agua se subiera a la bici antes de tiempo.Quince segundos retenido en boxes le hicieron peligrar la chapa por el apetito de los franceses. Javi hacía la goma. No se emborrachó. Último giro a sólo cinco segundos.Pero quien quería ser profeta en su tierra pegó el último hachazo. El hijo pródigo. Los petrificados miembros de Scotland Yard no podían sonreír. Cumplieron el protocolo.Los tres dichosos miraron a su espalda. Con el depósito vacío sólo se puede ambicionar lo ya obtenido. Sólo Hauss, exponente del buen hacer de los galos, dio un último tirón para comerse la medalla de chocolate; esa que nunca recogen los grandes titulares. Alistair abrazó su bandera y se emocionó. Javi aplaudió a la tribuna donde estaba su padre. Cayeron desplomados. Habían cumplido los pronósticos. La ceremonia del pódium se demoró una hora. Allí, con la indumentaria de la discordia, no podía faltar todo un bicampeón mundial. Furor en la plaza de Amboage. Plata hoy, cantera para el porvenir.