Por las entrañas de la Avenida Andrassy,que imita los boulevards parisinos,circula el metropolitano más vetusto de Europa y segundo del orbe;fue declarado Patrimonio de la Humanidad gracias a sus ciento dieciséis años.La sencillez de esta línea uno se aprecia en la parada de Oktogon pues en diecinueve escalones vuelves a la superficie. Los controladores,engalanados con brazalete,evitan que nadie pase sin abonar los trescientos veinte florines.
La Plaza de los Héroes conmemora los mil años desde la conquista de la patria por los magyares.A su espalda está el parque municipal con el mercadillo de Pecsa que cobra de entrada una cantidad simbólica.
Tanto en la edifico neoclásico de la Ópera como en la plaza ajardinada Ferenc Liszt,aquí con unas manos desproporcionadas,hay efigies del afamado compositor romántico.
La Casa del Terror te recibe con un fragmento del muro de Berlín.Cuenta las barbaries que cometieron el Partido de las Flechas Cruzadas y los Comunistas.La música es marcial y la recreación escalofriante; paredes de jabón,alambre de espino,una iglesia atravesada por raíles...
La suntuosa sinagoga de la calle Dohány,en bizantino-morisco, es la mayor de Europa.Un sauce metálico llora por las víctimas judías asesinadas durante el Holocausto.
Otro vestigio de la masacre de hebreos es la solemne hilera de zapatos en hierro fundido a la vera del Danubio.Sesenta pares.Homenaje emotivo y silencioso.
Ajenos al mundo los enamorados se refugian en palets de colorines, ornamentación más que vanguardista,o frotan las rodillas desgastadas del Duende de Budapest.
En el Parlamento,inspirado en el londinense,se expone la corona sagrada de la dinastía Arpad.No hay Senado;antaño medían la brillantez de un orador por las colillas de habano fumados por los diputados. Afuera sirven agua gratis para combatir la ola de calor.
Tras pasear por Váci,hervidero de turistas,pude comprar pimentón picante,salami y paté de oca en el mercado.En el piso superior restaurantes exhiben sus vistosas viandas.
La cúpula de San Esteban roza las nubes a noventa y seis metros,los mismos que alcanza el Parlamento.Se erigió en honor al primer rey cristiano de Hungría,que vivió en el XI.Conserva en un relicario la mano derecha del santo momificada.En 2006 fue aquí sepultado el mítico futbolista Pancho Puskas.
Deléitese con el envoltorio art noveau del Museo de Artes Aplicadas,de cerámicas Zsolnay con motivos islámicos e hindúes,que inauguró Francisco José.
Por la noche se puede beber un cóctel en el elitista café New York.Para bailar tenemos el A38,en un barco varado junto al Puente Petofi,o el Pub Morrison´s 2 que cuesta mil florines pues ningún español se acostumbra a entrar antes de las nueve;bajando de su patio pop art hay varias salas, inclusive un karaoke. El frenesí se dispara en las fiestas nocturnas en el balneario de Széchenyi donde las latas de cerveza flotan en la piscina.
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