*Publicado en la sección Tribuna Libre de EL CORREO GALLEGO (23-11-2012)
El Ateneo siempre tiene un hueco en su baúl del recuerdo para los ínclitos compostelanos. El equipo que capitanea García Bodaño no olvidó la efemérides. Han transcurrido ciento setenta y cinco años del nacimiento de María Rosalía Rita de Castro. Helena Villar Janeiro, con chapa pop a la vista de la poetisa, desgranó su biografía con humildad. “Agradecería a los grandes expertos que están en la sala que se fueran a dar un paseo”.
Con Cantares Gallegos la literatura gallega se convertía en 1863 en la primera fundada por una mujer. El folclórico poemario exalta la identidad y el humor de una patria “desventurada acostumbrada a llorar en silencio”. En Follas Novas la libertad creativa es total en formas y contenidos; algunos poemas son un grito por los humillados. Otros son sarcásticos.“Negra Sombra” fue traducida por Juan Ramón Jiménez. En las orillas del Sar emplea una curiosa técnica:Ella habla pero con una voz lírica masculina;la íntima radicalidad de este tratado sobre la desolación no gustó inicialmente a la crítica.
Consciente de su valía supo que escribía para las generaciones futuras. Siempre le colgaron el sambenito de “santa” pero tenía su mal genio.En una misiva recriminó a su marido que le gustasen otras féminas pero “sólo tu templas mi carácter, Manolo”.El archivista de Simancas destruirá la correspondencia para custodiar la privacidad matrimonial.
A su entierro en Adina acudieron apenas veinte personas. Pero su dimensión ya era internacional. Una curiosidad, su esquela apareció en publicaciones italianas. Seis años después de su muerte se dio la translatio a Compostela, al Panteón de Gallegos Ilustres y ahí la repercusión fue otra bien distinta.La que fuera presidenta de la Fundación Rosalía tuvo un guiño cómplice a su marido, Xesús Rábade.“Comenté hoy con mi Murguía, mucho más cariñoso que el original, que la mitificación rosaliana le hizo daño pero también le dio gran notoriedad”; fue precisamente Murguía el principal artífice.Creía firmemente en su talento y tenía influencias para darla a conocer. En cambio nunca fue mecenas de su hija Alejandra, que había demostrado con creces su talento como ilustradora.
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