La playa Mesquida está protegida por dunas. Cometas revolotean como mariposas. Arena fina; agua en tonos oscuros a causa del color de las algas planas.
Alcudia atrae al éxodo gallego. Sandra,moza de Arcade, lleva un restaurante. El sobrino del poeta Ramiro Ponte me repasa las sombras de la política de fichajes de Lendoiro.Vértigo en las cimas de Formentor.Las únicas sin miedo, las cabras.La naturaleza gana.
(CABO FORMENTOR)
Pollença está encajonada entre el Puig de María y el Calvario. Para loar a la divinidad debes reptar por trescientos sesenta y cinco escalones de guijarros con cipreses a la vera.
Las pintorescas terrazas de Bayanbulfar dibujan curvas de nivel. Por sus callejuelas transitan menos hombres que felinos.Su apocalíptico acantilado es golpeado con desdén por un mar picado. La Torre del Verger está en pie desde tiempos de Felipe II; tras un intrincado acceso por una escalerilla metálica me detengo. La inmensidad del mar.
Calviá resucita con el mercado de los lunes.Los mundialmente famosos quesos de vaca menorquina, tomates ramellet, butifarra… En el Can Torrat me avituallo con sopas mallorquinas. En cazuela de barro y sin cuchara. El patrón me enseña sus souvenirs ciclistas. La última adquisición, aún sin marco,son los maillots de los hermanos Schleeck.
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