1º Rui Costa
2º Joaquim Rodríguez
3º Alejandro Valverde
Doscientos setenta kilómetros no eran suficiente castigo.Las nubes seguían mojando el Arno. El maratoniano Huzarski llevaba siete horas chupando cámara. Visconti vino de refresco con intención de sacarle de rueda pero el polaco, de aspecto rollizo, no perdió su alegre pedaleo. ¿Quién tomaría responsabilidad cuando fueran neutralizados? Bardet lo intentó. Encomiable el trabajo de control de Castroviejo. Cuando sonó la campana la azurra ponía el ritmo en cabeza de pelotón. Los tifosi cerraban sus paraguas. Chis Anker Sorensen, que venía haciendo la goma, dio su último aliento por Fuglsang ;un kamikaze que murió por su patria. Joaquim tensó la cuerda y Nibali aceptó el reto. Su cambio de ritmo arrastró a sus compañeros Valverde y Scarponi, además de Rui Costa, que venía pisando huevos. Sólo le faltaba ir silbando. El gregario transalpino quedó cortado. La fuga buena. Clasicómanos como Gilbert, Sagan y Cancellara se despedían del sueño arcoíris. Cuatro para tres metales. Eso significaba que España aseguraba presea.
Atrás Urán se iba directo a la cuneta. Al colombiano lo ha mirado un tuerto. No fue Nibali el que se lanzó en el descenso sino Purito. El tiburón nada de maravilla cuesta abajo pero sus escamas ya se fueran dos veces al pedernal asfalto; retornara al grupo por su gen competitivo y por el rebufo de su coche. Guión muy italiano. Joaquim creó dudas en los perseguidores. Valverde se relamía pues quedaba exento de esfuerzos baldíos. Rui Costa se hacía el remolón con sangre fría. Toda la responsabilidad para el siciliano que apretó los dientes y cazó al catalán a falta de cuatro. Rodríguez seguía insurrecto. Volvió a acelerar. Pensaba en allanar el camino a Alejandro. ¡Bravo! Vincenzo se cansó de vaciar el mar a calderos. La ventaja era exigua y el luso se independizó con ambición a falta de kilómetro y medio. Mal presentimiento. El del Katusha se había vaciado e iba mucho más maduro. Purito miró atrás pero el murciano venía sin estoque. Rui Costa tanteó, midió y esprintó. Se deshizo, no sin apuros, del mejor escalador hispano de la última década. Un cajón ibérico. Y, como en el baloncesto, ni lo celebramos.
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