Sesión homenaje al cosmopolita poeta y ensayista mejicano en el centenario de su nacimiento
Marcos Lorenzo
moderó un debate biográfico sobre Octavio Paz. Pere Gimferrer se perdió en
intrincadas ramificaciones culturales al recordar la figura de su amigo,con el
que mantuvo relación epistolar durante tres décadas. Rafael Martínez Castro,
decano de la facultad de filosofía de la USC, leyó sus folios abstractos.Más
clarificadoras fueron las imágenes de una entrevista del programa A fondo grabadas en 1977 y rescatadas
por el Centro Galego das Artes da Imaxe.
Era criollo. Su
mamá era andaluza. Su padre,”habitado por los demonios”, fue consejero personal
de Zapata; un revolucionario burgués que murió joven. “Mi infancia no hay que idealizarla,llena de tormentos,oprimida por
los mayores,de angustias religiosas ligadas a la sexualidad”.
A raíz de una
huelga general despierta políticamente con quince años. Por medio de un colega
de pupitre de origen catalán, Juan Boch, empezó a tener simpatías por el
anarquismo. “El gran criminal del siglo
XX es el Estado Centralista que monopoliza poder político y económico”. Acudió
como Ehrenburg, Huidobro o Neruda a la Guerra
Civil Española en favor del bando republicano.Sin compartir todo su ideario
fue simpatizante del Che,que fue el último bolivariano.
Cuando rompe con
Elena Garro el mejicano escribe su poema Piedra
de sol, título que hace referencia al calendario solar de mayas y
aztecas. Fiel reflejo de su estancia en
París es Salamandra donde se palpa
el influjo de surrealistas como André Bretón y de pintores como Miró.
En los sesenta ejerce
como diplomático en Extremo Oriente. Siete años ininterrumpidos en Japón e
India, donde conoce por “azar electivo” a Marie José , que sería su última
mujer.
El Nobel de 1990
cultivó con pasión ensayo y lírica. “Descubrí el teatro y como hacer versos en
Lope y Calderón”.Se enamoró de los poemas arábigos de Emilio García Gómez y de
la Generación del 27. De Machado se queda con la prosa. Al igual que José
Ángel Valente, cuando teoriza sobre la muerte está influido por el Barroco
español. Le gustaba tanto el esperpéntico Valle Inclán, que ve en Tirano Banderas el cordón umbilical de
la novela hispanoamericana.
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