El Niño Meón no es ario. Liliputiense diría
yo. Un trotamundos pide para continuar su periplo en bici. La policía busca
polizones en el metro. Un acordeonista en Botanique.
Junto al Estadio de Heysel, tristemente famoso por la tragedia acaecida
hace casi tres décadas,orbita el
Atomium.Se diseñó para una exposición en 1958.Superan los cien metros de alto
las nueve bolas de acero y pesan dos mil quinientas toneladas.Muchas cifras.
En el Parlamento Europeo todos son políglotas. Alberga impactantes
imágenes desde la II Guerra. Los nazis medían narices para comprobar supuestos
rasgos semitas, la Saeta Rubia levanta una Orejona, el Dodge de Carrero Blanco
o la ovejita Dolly.
Al atardecer disfruta de las vistas de la Grand Place desde la
Albertina.San Miguel,funambula victorioso. La primera copa podría beberse en
la animosa plaza de Saint Géry.
Rumbo a Amberes. Las abejas chupan el néctar de los girasoles.Visita obligada es el Museo Rubens. El más célebre antuerpiense murió aquí pero su cuna está en Westfalia. Tenía cincuenta cuando desposó a una niña de quince. Se retrató con un sombrero de ala alta para pasar a la posteridad disimulando su calvicie. Pedro Pablo retocaba cuadros antiguos, a veces dejando aspectos juguetones; ahí quedó un soldado con tres brazos.
La estatua de Bravo tiene leyenda. El gigante Antigoon exigía el pago de un tributo a los marineros que cruzaban el Escalda. El osado sobrino de Julio César le segó la mano derecha. Ojo por ojo.Era el mismo castigo que imponía el malvado a quien no abonase.
Subo las diez plantas del Museo MAS. Olas
simulan sus cristales. Desde la terraza ni la nao ecologista atracada abajo
camufla el área gris de la urbe portuaria del diamante.
Mejillones para cenar. En el Barrio Rojo se dan la mano la profesión
primitiva,el capitalismo y las bajas pasiones. Una mujer de hermosas facciones
y proporciones no necesita buscar clientela.Un pitillo humeante acaricia sus labios.Una
visita.Cierra la cortina.
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