*Crónica de una sesión de homenaje a Gonzalo Torrente Ballester en la Ciudad de la Cultura
*Publicado el 10-6-2011 en Xornal de Galicia (con censuras)
La canción de Amélie ambientó una mañana mágica en la Ciudad de la Cultura. El ciclo “Galicia, ceo das letras” se dedicó a Torrente Ballester. Como la tarta de las ciento una velas. Hubo lectura musicada de fragmentos de su obra a cargo de Luis Iglesias Feijoo y Alfredo Conde, que jugueteaba con la montura de sus gafas. Más aplaudida fue Charo López, actriz de Los Gozos y las Sombras, quien emocionó al mismísimo moderador, vástago del homenajeado, que sujetó su frente con su palma derecha para contener el llanto. Sí, la música transforma el alma. El vídeo sobre su vida finó con el icono del ferrolano con el bastón en alto, tan simbólico como el logo del golfista de Pedreña.
Jesús Lorenzo apoyó su sombrero sobre la mesa y triunfó en su propósito de “comunicaros los saberes que él me transmitió”. Al conocerlo, hacia 1982, don Gonzalo era ya un tótem literario pero se mostraba extrañamente cercano y cariñoso con los escritores noveles. Le confesó “hazte el tonto y te agredirán menos”; ya Sócrates dejaba despotricar a su adversario en los debates de retórica hasta que se contradijese. Los que van de distinguidos sólo consiguen ser odiados. Lorenzo se refería a Rosa Chacel, que “vivió siempre entre Dioses y ahora no se resigna a hablar con los mortales”.
Torrente empezó a escribir por una apuesta de una peseta con un compañero de pupitre; lo cierto es que fue “un plagio total”. Salpicó sus obras de elementos imaginativos pero conquistaba “la realidad suficiente” para que el lector perciba credibilidad; así, en Quizá el viento nos lleve al infinito nos ambienta con exactitud en Berlín con sólo una hoja, una calle y un canal. Desde Cervantes no encontramos esa ironía sin vinagre, tan felina y alejada del sarcasmo. En su ensayo sobre El Quijote intuye un “loco voluntario” pues quizá eso le emocionaba más que la cruda realidad.
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