viernes, 29 de enero de 2016

Punto de retorno


2005.  “La Junta Directiva ha acordado en su reunión ordinaria que Dámaso Aleixandre sea el galardonado con el crucero por incentivos de nuestra compañía”.

   Todo eran parabienes. Aún no se le había borrado el bronceado del viaje del trimestre pasado a Kenya. Un par de deportivos de alta gama en su garaje privado. En su perfil de Facebook asomaban chicas monas un día sí y otro también. Hoteles de ensueño. El físico le acompañaba. Hay que reconocerlo. No tenía muchos íntimos pero le gustaba agasajarlos con rondas de cerveza.

 

2015. “La Junta Directiva ha acordado en su reunión ordinaria  que Dámaso Aleixandre sea cesado de sus funciones por los pobres índices de ventas”. 

   El Banco apretaba para recuperar los intereses del préstamo. Mamá había legado sus bienes al hijo que la atendió hasta los últimos días. Papá había rehecho su vida con una horchatera valenciana. La última que pasó por su almohada solo le había chupado su cuenta corriente. Las cervezas habían redondeado su tripa. Había menos pelo en su cabeza y más en su nariz y orejas.

 

2016. “Hombre se arroja desde el 7º piso del Edificio Windsor”

   Un caballero de 42 años que responde a las iniciales de D.A. se ha desplomado desde lo alto de este inmueble compostelano. Los análisis toxicológicos han confirmado que había triplicado la dosis de ingesta de su medicación nerviosa. Índices de por sí insuficientes para que la causa del deceso fuese esa. Fuente a las que ha consultado este periódico informan de que era una persona de negocios conocida en la ciudad que en los últimos meses se mostraba muy desmejorada. Hay quien lo reconoció durmiendo entre cartones en los bajos del Antiguo Cine Yago visiblemente delgado y con los ojos desorbitados. No había firmado testamento.  Sus acreedores han consultado con abogados prestigiosos de la ciudad para ver si pueden recuperar algo de liquidez. Una nota asomaba en el bolsillo de su abrigo. “Perdona mamá”.   

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