La versión de la historia que nos cuenta el Museo del Alzamiento
(Inaugurado a los 60 años del acontecimiento)
Varsovia es un
milagro. Ya había sido destruida en
septiembre del 39 y durante la sofocación del guetto. En julio del 44 empieza
la evacuación alemana, cuya fortaleza en la contienda venía ya de capa caída. La
hora W son las cinco p.m. del martes uno de agosto. Comienza la euforia. La idea era que el levantamiento durara
apenas unos días pero se prolongará sesenta y tres. Entre los insurrectos hay
sacerdotes. También foráneos. Muchos eslovacos y húngaros y algún desertor de
los alemanes. Aún con bajas consiguen
tres cuartas partes de la capital, entre ellas la ciudad vieja. Los alemanes
conservan puntos estratégicos: puentes, estaciones de ferrocarril, aeropuertos y
cuarteles.
El 3 de agosto Churchill
ordenó el abastecimiento por vía aérea de alimentos, armas y vendas. Era
peligroso acercarse a Varsovia por aire porque los alemanes podían
destruirlos. Del cuatro de agosto a
septiembre vinieron más de un centenar de aviones. Lanzaban desde poca altura
pero sin paracaídas y mucho material se rompe. La gran mayoría de los paquetes
lanzados caen en manos enemigas. Stalin no dejará sus pistas de aterrizaje
hasta el 13 de septiembre. Los insurrectos pensaban que los rusos estarían de
su lado. No sabían que en la Conferencia secreta de Teherán, de diciembre del
43,el soviético se asegurara futuros beneficios en Polonia.
Otra demostración de que los soviéticos iban
a luchar contra la independencia polaca está en Lublin, al sureste de Polonia. Desde
el levantamiento empieza a mandar allí un gobierno ilegal dependiente de los
rusos que durará hasta diciembre del 44. Son comunistas y reaccionarios y luchan
contra los ejércitos patrióticos.
Heinrich Himmler
quería matar a todos los prisioneros para dar un ejemplo aterrador. Hubo
ejecuciones civiles en el Barrio de Woda desde el 5 de agosto, el Sábado Negro,
con violaciones y saqueos. Incluso ejecutaban en los hospitales. Y los colocan
de escudos vivientes haciéndolos caminar delante de sus tanques.
La gente almacena
en casa reservas de comida y agua. Pero pronto escasearán. Toman sopa de
cebada, que acarreaba que escupiesen la cáscara al comer. Tienen que comprar
armas, robárselas al enemigo o recibirlas de los aviones de los aliados.
Construyen barricadas.
Todos los edificios
se destruyen. El ejército patriótico (AK)
salva el cerco a través del alcantarillado, que fuera diseñado en el XIX. Eran
unos dos kilómetros de largo. Caminan sobre desperdicios tóxicos. Muchos mueren. Apenas
llegan 800 exhaustos.Esos canales facilitan el suministro de alimentos.Había
“chicas de transmisión”y varones mensajeros apodados “ratas de
alcantarilla”. Pero desde mediados de agosto los alemanes empiezan a destruir y
gasificar estos canales.
En cuanto a la
prensa, Los alemanes utilizan muchos
textos en polaco como propaganda. Desaparecen las revistas polacas
independientes; sólo quedan las clandestinas, que hacen hincapié en los
crímenes cometidos por los alemanes. Entre ellas Piedras para las barricadas.
Hay vida cultural
en los días de insurrección; florece la poesía, hay conciertos, teatrillo de
marionetas. El cine Palladium
proyectaba crónicas patrióticas como Varsovia
lucha. La segunda semana de agosto se inicia la programación de dos
emisoras de radio. Pero la red telefónica ha de ser continuamente reparada. La
comunicación por radio se mantiene gracias a una emisora en Gran Bretaña.La
canción del movimiento es Compañeros,
clavad las bayonetas. Su autora posó para que se hiciese la estatua de La
Sirenita que hay junto al Vístula.
En septiembre los
alemanes atacan los barrios más cercanos al río. Los polacos esperaban ayuda
del este. Acaban enterrando cuerpos
junto a escombros . Muchos se envuelven en sábanas y se identifican con su
nombre en una botella. Hay miedo a epidemias.
Tras la capitulación los alemanes siguen
saqueando, incluso las farolas. Una destrucción sistemática del patrimonio
cultural. La ciudad queda sometida a humeantes escombros. Muchos palacios,
bibliotecas y conventos quedan en ruinas. En octubre los insurrectos deben irse
de la ciudad en destacamentos. Van a campos de prisioneros, a hacer trabajos
forzados o a campos de concentración.
Los llevan en vagones de ganado. Hay algunos judíos, apodados Robinsones, que
se niegan a abandonar Varsovia. Se esconden en la ciudad hasta la llegada de
los rusos en enero del 45. Como en El
Pianista de Polanski.
La nochebuena famélica del 44 es la única que
Varsovia no celebra. Muchos siguen sin noticia de sus familiares. Los comunistas que ahora mandan en la ciudad
tratan como criminales a los insurrectos que lucharan por Varsovia. Dieciséis jefes de la Resistencia Polaca son
juzgados. Quieren dejarlos en ridículo. La propaganda comunista les acusa en
falso de colaborar con los alemanes. Algunos serán encarcelados para siempre,
otros mueren torturados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario