*Mi visión de la película La Batalla de los sexos
con interpretaciones de Emma Stone y Steve Carell
El mundo puede ser
mejor. En tiempos de Nixon las tenistas cobraban ocho veces menos que los
hombres por competir en el circuito. Meditan una huelga a lo Lisístrata. El boicot a la Federación
está sobre la mesa. Aprovechan su imagen para conseguir patrocinio de una
tabacalera.
Los deportistas
sufren al colgar el hábito. Riggs no quiere dejar el juego. Y menos las
apuestas. Cumple como padre. Pero su mujer le lanza un órdago, o se rehabilita
o lo echa de casa.
El primer partido
del histriónico contra una mujer lo ganó por la vía rápida a Margaret Court,
que estaba en la recta final de su carrera. La australiana apenas pudo robarle
tres juegos en la bautizada como Masacre
del día de la madre. El Brazo, que ya
tenía un retoño, se había desmarcado del gremio
rebelde de sus compañeras y mantenía convicciones muy conservadoras.
Riggs consigue picar a King. Ella acepta el desafío pero se pone firme para evitar que el “cerdo machista” manipule las cartas. Consigue que en la retransmisión de la ABC no acepten los comentarios sesgados de Jack Kramer. Rosie Casals defenderá sus intereses aunque el otro locutor la agarre como una marioneta. Se fija la sede en Houston. El suntuoso botín ascendía a 100.000 dólares. El veterano irreverente es un filón para conseguir repercusión, flashes y ,fundamentalmente, parné. El eco se escuchó más allá del deporte. En su divertido circo mediático tienen cabida un desnudo casi integral, pelotear con una sartén o jugar con aletas de buceo. Ella,más tapadita, prioriza lo esencial. Recuperarse de un virus y no perdonar un entrenamiento.
La competitiva
Billie Jean King es seducida por una peluquera.Quiere ocultar su idilio.No toda
la sociedad estaba preparada para que una campeona durmiese con otra de su
mismo sexo. Su esposo es mesurado,paciente y entregado.Casi más mánager que
amante.Subordinado al éxito de la californiana.Preocupado por la concentración
y el estado físico de la joven de gafas redondas .A sabiendas de la aventura de su pareja
frota su decepción con hielo y no cae en el rencor.
El partido que nos
muestra el matrimonio de directores que dio simpatía a la Pequeña Miss Sunshine es a
medio gas. Quizá por ser un combate de exhibición, la avanzada edad del varón o
por su excesiva autoconfianza. Una justificación, esas raquetas de madera
pesaban una tonelada.La chaqueta Sugar
daddy,casi un uniforme de cadena de comida rápida,es otra concesión al
marketing. Bobby, por debajo desde el comienzo, se dedicó a cortar el ritmo. La
fémina no se amilanó. Punto, juego y partido. Fácil. Lanzaba un mensaje al
mundo. Ya falta menos para una presidente en la Casa Blanca. Las cámaras
ignoraron al perdedor que, ahora sí, fue deportivo.
Billie compartía similitudes
físicas y orientación sexual con la incipiente Martina Navratilova. Ésta se
atrevió a medirse contra Jimmy Connors, aún en activo en los albores de los
noventa. A la checa le validaron las bolas en el pasillo de dobles. Segundas
partes nunca fueron tan buenas.
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