*Mi visión de Los Amantes del Círculo Polar
Película de Julio Medem de 1998 en el epicentro de mi adolescencia
Con interpretaciones de Nawja Nimri, Fele Martínez y Nancho Novo
Mucho miedo. Le
hice llegar una notita. Gracias al cocinero por su colaboración. Espera
nerviosa. Dijo sí. Así besé por vez primera a Magdalena Martínez durante
aquellas colonias de Porto do Son. Y a cualquier otra chica del mundo. La
murciana tenía aparato dental. Luego
estaba crecidito e inaguantable. Y acabé peleándome con mi mejor amigo.Pero eso
ya es otra historia.
Corría el verano de
aquel mágico 98. Todavía se buscaba trabajo en las hojas finales del periódico.
Medem cosió con cariño esta historia de amor. Ni vacas, ni ardillas, si acaso
algún bicho polar. Ternura, lirismo y juegos cronológicos. Pálpitos y
casualidades.
Otto y Ana son
nombres capicúas. Geométricos.Son hermanastros que comienzan a atraerse. Su
amor debe manifestarse en secreto. Un beso cómplice bajo la cama. Allá donde se
retira un niño enojado por un castigo.
Ana es vivaracha.
Quiere descubrir todo junto a su chico. “Tú miras a mi mamá y yo a tu papá”. Otto parece obnubilado. Siempre en las
nubes. Se llamó así en honor de un piloto alemán que sobrevolaba Guernica y
acabó suspendido entre las ramas de un árbol. Su abuelo tuvo piedad del foráneo
que pudo ser su verdugo. El germano se enamoró de una española y, agradecido,
puso un clavel en su pistola.
Su mamá falleció
mientras limpiaba una lechuga. Moscas. Ojalá esa puerta nunca se hubiera
abierto. Punto de inflexión. Nunca volvió a ser el mismo. Como Antonio Flores.
Como cualquiera. Su corazón latirá distinto. Quiso que su trineo desapareciera
en el precipicio. La nieve es esponjosa.
Abandona el hogar
de su padre, no sin antes vaciarle los bolsillos. Sin rumbo. Sin Norte. Mujeres
anónimas mojan sus sábanas blancas. Sin demasiados estímulos. Al Norte. Encuentra una oportunidad laboral
como tripulante en una avioneta mensajera. Rumbo al sol de medianoche. Volando
de noche, durmiendo de día. A nadie cuenta su paradero. Buscando el equilibrio.
De cuando en cuando vuelve a casa a visitar a su progenitor. Liman asperezas.
La relación de sus
padres también se derritió. Olga
encontró cobijo en el hombre que la captó para trabajar en los informativos de
la tele. Clavan su bandera en Australia. Álvaro permaneció en el sillón
viviendo de recuerdos y nostalgia.
Ana convivió con un
profesor, oficio que desempeñó también. Pero cuando arde la relación sólo
piensa en el reencuentro. Se percata que su amor platónico está en Finlandia y
prepara su petate. Una cabaña idílica en Laponia que besa el lago y frota el
bosque. Para seres espirituales y ávidos de aislamiento. Sólo queda fusionarse para siempre. Como el
soldadito y su bailarina.
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