miércoles, 24 de febrero de 2016

De vocación, filósofo

Conferencia de Marcelino Agís Villaverde
en la IV Semana Cultural de San Rosendo

Publicado en El Faro de Vigo el 25-2-2016


   Estudió en el Instituto Sánchez Cantón de Pontevedra. Cuando llegó la selectividad muchos de sus compañeros tenían en mente hacer la carrera de Derecho. Él se inclinaba por filosofía. Pero ¿Eso es práctico? ¿Es útil? En casa hubo un drama. “Esos se quedan todos locos. A ver si vas a acabar como Don Quijote” suplicó su madre. Le citó a Agustín y a Santo Tomás. “Argumento perverso y agudo que tuve con dieciocho años”. Cuando llegó a la facultad se quedó boquiabierto al ver como unos alumnos colocaban una pancarta en un automóvil destartalado que rezaba: “Carlos Valiñas estás más acabado que este coche.” Agís admiraría a ese profesor perfeccionista más que a ninguno; acabaría dirigiendo su tesis doctoral.  El pensador gallego que elige, aquí la crítica es bastante unánime, es Ángel Amor Ruibal que investigó sobre los problemas del dogma. Y el autor más complicado de estudiar, Hegel. La memoria la hizo sobre el rumano Mircea Eliade pero como uno de sus obras estaba traducida al catalán tuvo que ponerse manos a la obra con esta lengua romance. Ya como maestro propuso crear una asignatura sobre filosofías orientales en el grado y, por original, lo escogieron como docente. Así tuvo que ponerse un poquito con el japonés.
 

   Marcelino Agís aceptó la invitación del Seminario Menor para romper el hielo en la IV Semana Cultural de San Rosendo. Filosofía porque sí. Porque exige una lectura pausada y reflexiva.

   Los presocráticos quisieron separar la filosofía del mito, relato que es muchas veces sagrado. En el siglo VI a. C. Tales de Mileto cuando explica como surge la vida apunta al agua. “Ningún ser vivo puede vivir sin ella”. Hoy sabemos que los primeros seres unicelulares proceden del agua. En ella están presentes los tres estados de la naturaleza: Líquido, sólido y gaseoso. Hay una leyenda sobre el propio Tales. Una vez alquiló unos molinos de aceituna pese a que en los últimos años el rendimiento había sido bajo por las condiciones climatológicas adversas. Triunfó. Su objetivo no era enriquecerse sino demostrar la utilidad de la filosofía.


   En el Medievo se quiere conciliar razón y fe. En relación al cristianismo pero también a las otras grandes religiones, judaísmo e islam. La teología profundiza en el camino de la salvación.

 
  La razón vuelve a explicar la sociedad civil en el Renacimiento. Pese a todo, Montesquieu cree que “el hombre ateo y el creyente hablan de lo mismo, de Dios.” Todo llega a su cúspide en el siglo XVIII con la Ilustración. El término viene en todas las lenguas de la metáfora de sacar lustre, del triunfo de la luz. Kant, en su ensayo ¿Qué es la Ilustración? escribe que “el hombre tiene la voluntad de pensar por sí mismo”.

 
   A veces se critica a la filosofía por ser demasiado teórica. “No hay nada más revolucionario que una buena teoría”.Karl Marx en sus once Tesis sobre Feurbach dijo “hasta ahora la filosofía se ha dedicado a explicar el mundo, es el momento de transformarlo".

 
   En el pensamiento contemporáneo hay escuelas racionalistas e irracionales. Ortega y Gasset afirmó “Europa se ha quedado sin moral”. Eran los años treinta. Los tiempos de ahora no son más fáciles que aquellos. El futuro pende de la educación y la integridad moral.  Y la escuela postmoderna, que nace a finales del XX, debate cual es el tipo de razón para nuestros días. La filosofía, aunque sólo se destine a una maravillosa minoría, no morirá. Aunque no pase por sus mejores días, como el latín o el griego, resistirá porque forma parte esencial de lo que somos. 

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