Conferencia de David Alegre (con su manuscrito a medio romper)
23-XI-2018, Facultad de Filosofía de la USC. Iniciativa de Hispona
“Un lugar
inhóspito, perdido de la mano de Dios”. Un paisaje estepario, pedregoso, casi
lunar. Teruel es una batalla decisiva en la guerra aunque la fama se la haya
llevado el Ebro. Implicó a
100.000 combatientes por bando. Cifra espectacular pues entonces toda la
provincia de Teruel tenía 240.000 habitantes, el doble que ahora. España era un
país tercermundista, con malas infraestructuras.
Hasta tiempos
contemporáneos los inviernos eran tiempos de pausa en las guerras. El bando
republicano dio un ultimátum muy explícito: quien no se uniera a sus filas,
también referido a civiles, sería considerado un enemigo. Los sublevados
formaban al triple de personas.
Es una batalla de
desgaste, dos meses y medio. Se
emplearon métodos modernos desde la fallida ofensiva sobre Madrid en noviembre
del 36. Las trincheras en zigzag conseguían evitar cuantiosos daños de las
bombas expansivas lanzadas desde medios aéreos. Cualquier medio era válido para
lograr la rendición del enemigo: artillería, minas subterráneas…
No tenían el
equipamiento adecuado para sobrellevar el invierno. Una sensación térmica
de -25 grados y algunos calzaban alpargatas de esparto.Muchos sufrieron
enfermedades respiratorias. En el Hospital de Calatayud constataron que sólo
un 20%podría volver a trabajar con solvencia. Los republicanos pidieron botas a
una empresa checolovaca. Muchos tenían que robarle la manta a un compañero o a
un muerto.Otros quedaban congelados tras pasar la noche.
Pero no
escatimaban en medios,más los sublevados,para que llegasen al frente tabaco,vino
y coñac,que era conocido como“saltaparapetos o saltatrincheras”. Ayudaba a no
perder el valor.
Un estudio constata
que un soldado puede aguantar unos 21 días en primer línea. Esa fotaleza a la
que John Keegan bautizó como el “rostro de la batalla” Los
sublevados solían ir alternando a sus combatientes cuando transcurría ese
tiempo.
El centro de
operaciones de Yagüe y su frente marroquí estaba en un pueblo del norte,
Calamocha. Hubo constantes problemas con los lugareños por las violaciones a mujeres. Y embarazos
no deseados. Ambos bandos saquearon
pueblos como Albarracín para requisar gallinas, bovinos…
La República tenía
una buena dotación de camiones en La Muela, alto al oeste de la ciudad. Pero
las nevadas dejaron un manto de 60 cm lo que inmovilizaba todo. Robaron
caballos pero no había personal veterinario para atenderlos.
*Foto de Javi Benedito
Al acabar la Guerra
en los pueblos arrasados los civiles empleaban cualquier madera que encontraban
para hacer hogueras y combatir el frío. Servían las puertas, y ventanas, no así
las choperas de los ríos que eran muy húmedas.
La construcción
de las viviendas fue autogestionada. Hubo corrupción.Pero también trueque, por
ejemplo permutando unos cultivos por cemento. Los zagales huérfanos robaban en
los carros para poder sobrevivir;a menudo acababan en el calabozo donde,al
menos,podían cenar.
Muchos casos de
enfermedades mentales, incluso familiares de David Alegre, no sanadas años
después del alto al fuego. Y aumenta el índice de suicidios. “Estaba de moda
colgarse”.
La chatarra de
guerra contaminó la tierra. Era complicado desactivar las bombas y muchos
saltaron por los aires; la mayoría se detonaron de una forma controlada
prendiendo fuego a plantas secas de montaña. En los años 40 y 50 el franquismo
llevó a cabo una política de reforestación con pinares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario