En Zagreb hay un Museo de las Relaciones Rotas.
Amorosas. A sus trabajadores les hará falta terapia pues cierran a las diez y
media en verano. El suministro vitamínico diario lo hallará en el Mercado de
Dolac.El tejado de la Iglesia de San Marco exhibe los escudos de Croacia, Dalmacia,
Eslavonia(no me he equivocado)y Zagreb. El Cementerio Mirogoj substituyó a una
decena de camposantos anteriores. Se inauguró muy poco antes del catastrófico
incendio de 1880.
En el litoral
pedaletas,hinchables,porterías de waterpolo,submarinos para ver las
profundidades… Aún no se inventaron las playas de arena. Calza fanequeras para
no molestar a los erizos, auténticos dueños de lo abisal. Si portas tu equipo
de snorkel apreciarás un acuario multicolor.
El Parque Nacional de Plitvička es la gallina de los huevos
de oro. Veintipico euros más parking y tentempié. Cataratas, cuevas y lagos.
Fauna y flora. No se permite un chapuzón. Los animales
autóctonos, acostumbrados a los mimos de foráneos, no se asustan. Ecosistemas
adaptables.
Tendidos de la luz azules.
Mozas que limpian parabrisas en las gasolineras. Paisanos se tiran en el arcén.No hacen
autostop.Alquilan sus apartamentos.Ninguno aceptará tarjeta de crédito. Zadar sorprende.Cuelgan inciensarios en
Santa Anastasia.Me arrodillé ante la inscripción a Santiago Apóstol en la
sartén azulada que llaman“Saludo al Sol”.Espejismo. Las olas resuenan en el
órgano marino.Noche cerrada. Un flexo de interrogatorio saca al grafitero de
penumbra.
La costa dálmata es una sopa de fideos.
Mil islas. Tomo una ración de tiburón en una tasca portuaria de Sibenik. Descubrí Primosten en
una postal. Su camposanto mira al Adriático. ¡Cuántos lozanos se marcharon
prematuramente! En Trogir las
apresuradas motocicletas invaden el carril contrario. Cierran las puertas del
bazar subterráneo de Split a medianoche.
Escuchar canciones en el Palacio de Diocleciano es una delicia. El estadio del Hadjuk, con una torcida
demasiado fiel, se parece a Anoeta.
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