Caminata de los 50 km por la comarca del Barbanza (Septiembre 2009)
Publicado en su día en El Correo Gallego
Tengo un reto. Caminaré cincuenta kilómetros en doce horas a través del ayuntamiento de Ribeira. Mucha calvicie y barrigas de felicidad. Apariencias. "La plenitud en el fondo se consigue a los cuarenta". Cada uno debe seguir su ritmo, aunque noto un orgullo mudo en todos los que somos adelantados. Buscamos flechas verdes fosforito en cada intercesión. En los puntos de avituallamiento disponemos de tentempiés y refrescos. Muchos ni se sientan a disfrutar de la sombra y tras quince minutos me decido a partir, pues intuyo que pocos quedan a mi espalda.
La ruta es verde y agreste. Arenácea o pedregosa. ¿Por qué nunca me sentí cómodo con botas? Este año hay un pequeño tramo de asfalto porque algún paisano se quejó de que pisaban su terruño. Normal. Yo conocía A Curota pero no el "mirador da Cidá" con unas vistas panorámicas que quitan en hipo. Apúntenlo. ¡Qué nítida se ve la ría! Allí está el lago Vixán y las Dunas.
La organización no olvida un detalle. "No vayas solo, hay una batida de jabalíes". Tenían razón. Vi hombres silbando y más allá a otros con escopeta al hombro buscando un apostadero.
Tengo pulmón para correr y hacer cambios de ritmo, pero caminar es distinto. Paciencia y piñón fijo. Tras medio día debatiéndome en mis pensamientos formamos un grupo de tres. Mejor así. El de sombrero de paja antaño corría maratones en tres horas y el barbado no dejó de colgarse medalla en todas las ediciones de la pedestre compostelana. ¡Ahí es nada! El historiador no puede detenerse ante el Dolmen de Axeitos y el petroglifo Pedra das Cabras; un pecado, pero no es tiempo de turismo. Me llevan en volandas a la playa de Coroso a unos 5km/hora. Del primero al último somos recibidos entre aplausos. Música del país. Mejillones y churrascada. Todos orgullosos, pero nadie invitó a bailar a una dama.
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