viernes, 29 de abril de 2016

El señorito de Avon


 
Ignacio Vidal-Folch reflexiona sobre William Shakespeare             en el ciclo Nexos de la Ciudad de la Cultura (23-4-2016)
 
   Iba a una escuela muy severa en turno vespertino. Seis días a la semana los doce meses del año. Incuso le pegaban. A los 18 años se casó con una muchacha que era bastante mayor que él y que ya estaba encinta.

Shakespeare a veces se inspira en la historia de Gran Bretaña. El teatro era un entretenimiento capital en el Londres de comienzos del XVIII. Los tenían que cerrar con frecuencia por las plagas de peste. Otro pasatiempo, ideado por Enrique VIII, eran las luchas de osos atados contra perros. 

   Dicen que El Rey Lear empieza tan catastrófico porque le había muerto su hijo Hamnet con apenas once años.Tras la tragedia escribe sus mejores obras. Y es que desde los cuarenta y pico años empezara a comprar tierras y casas. William, ya terrateniente, se había planteado jubilarse y repartir su herencia entre sus hijas. Todo acaba con “esos baños de sangre tan maravillosos de Shakespeare”.

   Falleció por contraer unas fiebres tras una borrachera. Explicación bastante peregrina. Y bastante sorprendente en un tipo nada libertino que no se iba de copas. Una vez muerto los fetichistas de reliquias le sustrajeron el cráneo.

   Hay quien especuló que Christopher Marlowe, especialista en teatro isabelino, pudiera ser el negro que escribiese las obras de Shakespeare.  Pero la grandeza del segundo era mucho más elevada. Sí esta testimoniado que el autor de Macbeth escribía acompañado de otros autores.

   Fue respetado en vida. En el XVIII decayó su reconocimiento. El Movimiento Romántico lo rescata. Sin embargo, León Tolstói escribió un ensayo contra él. Eran antagónicos. El creador de Guerra y Paz era moral y cristiano. Creía en la redención. El británico, a su vez, siempre apostaba por la ambigüedad y suspensión del juicio moral.  Una vez el patriarca de la literatura rusa invitó a su finca a Chéjov. A la mansión campestre llegaron numerosos invitados. El joven dramaturgo estaba decepcionado por no poder hablar solas con la eminencia.   Al final sí consi-guió una tertulia en la intimidad. El autor de Ana Karenina comentó “Tus cuentos son buenos pero tu teatro es horroroso. Es aún peor que Shakespeare”.   Tolstói creía que los espectáculos del inglés eran bruscos, salvajes y arbitrarios.  No respetaba las convenciones de tiempo y lugar. La que más rabia le daba era El Rey Lear. La odiaba porque era como él que “quería darlo todo pero seguir siendo el rey”. Hamlet no le gustaba por la venganza y Otelo por el odio, tema aún más central que los celos.   El narrador realista acabó sus días escapando y muriendo de frío en una estación de tren provinciana.

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