Ignacio Vidal-Folch reflexiona sobre William Shakespeare en el ciclo Nexos de la Ciudad de la Cultura (23-4-2016)
Iba a una escuela
muy severa en turno vespertino. Seis días a la semana los doce meses del año.
Incuso le pegaban. A los 18 años se casó con una muchacha que era bastante
mayor que él y que ya estaba encinta.
Shakespeare a veces se inspira en la historia de Gran
Bretaña. El teatro era un entretenimiento capital en el Londres de comienzos
del XVIII. Los tenían que cerrar con frecuencia por las plagas de peste. Otro
pasatiempo, ideado por Enrique VIII, eran las luchas de osos atados contra
perros.
Dicen que El Rey Lear empieza tan catastrófico porque
le había muerto su hijo Hamnet con apenas once años.Tras la tragedia escribe
sus mejores obras. Y es que desde los cuarenta y pico años empezara a comprar
tierras y casas. William, ya terrateniente, se había planteado jubilarse y repartir
su herencia entre sus hijas. Todo acaba con “esos baños de sangre tan
maravillosos de Shakespeare”.
Falleció por
contraer unas fiebres tras una borrachera. Explicación bastante peregrina. Y
bastante sorprendente en un tipo nada libertino que no se iba de copas. Una vez
muerto los fetichistas de reliquias le sustrajeron el cráneo.
Hay quien especuló que Christopher Marlowe, especialista en teatro
isabelino, pudiera ser el negro que escribiese las obras de
Shakespeare. Pero la grandeza del
segundo era mucho más elevada. Sí esta testimoniado que el autor de Macbeth escribía acompañado de otros
autores.
Fue respetado en
vida. En el XVIII decayó su reconocimiento. El Movimiento Romántico lo rescata.
Sin embargo, León Tolstói escribió un ensayo contra él. Eran antagónicos. El
creador de Guerra y Paz era moral y
cristiano. Creía en la redención. El británico, a su vez, siempre apostaba por
la ambigüedad y suspensión del juicio moral. Una vez el patriarca de la literatura rusa
invitó a su finca a Chéjov. A la mansión campestre llegaron numerosos invitados.
El joven dramaturgo estaba decepcionado por no poder hablar solas con la
eminencia. Al final sí consi-guió una
tertulia en la intimidad. El autor de Ana
Karenina comentó “Tus cuentos son buenos pero tu teatro es horroroso. Es
aún peor que Shakespeare”. Tolstói
creía que los espectáculos del inglés eran bruscos, salvajes y
arbitrarios. No respetaba las
convenciones de tiempo y lugar. La que más rabia le daba era El Rey Lear. La odiaba porque era como
él que “quería darlo todo pero seguir siendo el rey”. Hamlet no le gustaba por la venganza y Otelo por el odio, tema aún más central que los celos. El narrador realista acabó sus días
escapando y muriendo de frío en una estación de tren provinciana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario