miércoles, 27 de abril de 2016

El manco con gola

El ciclo Nexos de la Ciudad de la Cultura conmemora el Día del Libro
Ignacio Vidal Folch habla de Miguel de Cervantes (23-4-2016)

   Ignacio Vidal Folch fue corresponsal en los países del Este cuando cayó el muro de Berlín. El periodista es un forofo de los comics.  El clásico genio desordenado. Con esos ojos entornados y las cejas afiladas.  Sabe que su tiempo es limitado. Coloca el reloj a la vista de forma compulsiva. Y arroja bajo la mesa cada folio analizado en su discurso. 

   Borges creía que si “de algo no se arrepiente nunca un hombre es de ser valiente”. Por ello admira tanto Vidal Folch a Miguel.  Se formó durante los diez años fuera de España donde conoció otras civilizaciones e intentó escaparse cuatro veces de Argel. También fue recaudador de impuestos, de aceite y de grano para la empresa de la Armada Invencible.

   Como Shakespeare, al que posiblemente nunca conoció, no fue a la Universidad pero tiene una formación clásica muy completa. Cardenio es una comedia del inglés inspirada en un pasaje de Don Quijote. Ambos tuvieron “como personaje fetiche a un cuerdo loco”, Hamlet y Alonso Quijano. También El Licenciado Vidriera, alter ego del propio Cervantes. Ambos fueron comprensivos y nada vanidosos. No enjuiciaban.  Los dos son hijos de familias modestas asentadas que se arruinan. El papá del isleño era maestro artesano, hacía guantes, y tanto el abuelo del hispano como su progenitor, médico practicante, pasaron por la cárcel por deudas. Con la circunstancia insólita de mantenerse  como “best seller” de alta calidad durante cuatro siglos.

   En el Madrid de su tiempo tenían mucha concurrencia unas corridas no regladas donde muchos toreros salían de la plaza con las piernas por delante. Los gatos también eran aficionados al teatro. Cervantes tuvo la suerte de ser coetáneo de Lope de Vega, quien aporta frescura en la comedia y rompe normas en la dramaturgia y la métrica.

   Con la poesía no tuvo suerte. Era un forma de colocarse en la Corte. Góngora ingenió un poema adulador que sí le sirvió para esos propósitos. Cervantes compuso un célebre soneto que incluso cita en su Viaje del Parnaso. Comienza así “Voto a Dios que me espanta esta grandeza…”. Se refiere al túmulo efímero que se dedicó a Felipe II en Sevilla durante un par de meses.

 
   Vivió casi setenta años, muchos para su tiempo. Murió  de diabetes y acabó en la fosa común de las Trinitarias. Con la buena ventura de conocer el éxito al final de su periplo. Pero Miguel creía que la obra que lo haría célebre sería Los Trabajos de Persiles y Sigismunda. Se trataba de una novela realista, con peripecias y aventuras, pero sin locura. Iba en clave bizantina, es decir, que terminase bien, como era el gusto de la época. Pero no. Fue glorioso por una parodia humorística, un género menor. El académico Francisco Rico alertó de que Don Quijote de la Mancha es el libro más leído de la historia después de la Biblia.  ¿Vale? 

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