martes, 26 de noviembre de 2013

Concierto en la intimidad

Mikel Erentxun en Santiago (Julio 2012)

Mientras cenaba unas zamburiñas le esperábamos picoteando gominolas y frutos secos en la barra. Se subió a la tarima con plumilla en el sombrero, camisa negra y un chaleco que no buscaba el contraste. Sombra de Sabina. Sin presentaciones ni alabar a un público desconocido comenzó el show. Siete canciones sin salirse del guión. “Soy tímido y piensan que soy borde. Es muy vasco” confesara esa tarde en Radio Obradoiro.

Penumbra es un homenaje a su retoño de año y medio. El mayor de sus cuatro vástagos está a punto de abrazar la universidad. Introdujo Esos Ojos Negros con modestia; “de cuando mi carrera era prometedora. Éramos un grupo de rockabilly pero Diego nos convenció”.Siempre que habló de su antiguo socio, que colabora en su acústico Eléctrica Pkwy, se palpaba el cariño perenne del primer amor.En esto, su atractivo gregario y escolta exclusivo, ya había llamado la atención de una moza e iniciaron trámite de cortejo.

Brindó con un chupito de ron para celebrar sus veinte años en solitario.Sería licor café si no mediaran patrocinadores. Duncan Dhu aún agonizaría hasta 2001. Y rescató del baúl de los recuerdos A un minuto de ti dándole un desenlace sorprendente con las últimas estrofas de Heaven´s door. Tributo a su ídolo. Cartas de amor, último tema antes de los bises, fue surrealista. “Mi guitarra va muriéndose a cachos” explicó cuando se le soltó una clavija; arreglado el contratiempo una fan se abalanzó sobre su brazo tatuado impidiéndole tocar; con tantos años sobre las tablas supo tomárselo con humor. La rítmica veinticuatro golpes aborda la frustrante lid contra el fluir del tiempo. “La vida te va arañando el alma con cuchillas de afeitar.” Ya desinhibido nos retó. “Se me acaba el repertorio y voy a tocar una canción que no conoceréis ninguno. La escribí en 1985, antes que Casablanca. ” Acompañó a su guitarra desnuda imitando el sonido del bajo.

En el éxtasis de Una calle de París amansó a las masas para confesar que ese giro tan original en el nudo de la canción fue fruto de la inconsciencia juvenil. Al concluir Cien Gaviotas casi se desploma del esfuerzo.Se retiró a sus aposentos. Su improvisado camerino impedía el acceso al excusado. Cumplió con los seguidores que, ordenados en fila india, quisieron retratarse con él. En el Sónar ya se escuchaba a su colega Iván Ferreiro.
 

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