Intenté desgastar al máximo la bola de limón. Pero ya no
orino con la fuerza de antes. Los últimos gatos negros abandonamos el tugurio.
Casi por obligación. El sudor pretende borrar el estribillo de una canción
apuntado con letra fea en la palma de mi mano izquierda. Fastidiado por los
pisotones que sufrieron mis Converse
blancas. Asqueado por las primeras gotas frías que mandaron esas nubes negras.
En el metro se sienta una chica con el pantalón de tiro alto a mi lado. La miro
por el reflejo del espejo.Su cabello rizado se posa en mi hombro. Duerme.
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