Publicado a página completa en la sección "Periodismo Ciudadano"
de El Correo Gallego en dos "tomos" en junio de ese mismo año
"Los niños de pantalón crema quieren ser como el Che"
Hospedados en un hotel de cinco estrellas de Varadero, con más de media docena de restaurantes a nuestra disposición, piscina, playa privada de arena fina y agua templada… “¡Qué bien escondidos están los micrófonos!”. Beberte el néctar del coco, que un machetero te prepara in situ, queda precioso para una instantánea, pero hay que reconocer que su sabor es más empalagoso que placentero. Yo no podía zanganear en la tumbona pasando las horas entre turistas. Espíritu aventurero. A la gente que me paráis por la calle os informo que no fui a Cuba para hacer el amor. “Qué blanco vienes, ¿estuviste mucho en el hotel, no?”.
Será el mito del sexo exprés para quienes anden obsesionados con las jineteras. De hecho, en su canon de belleza femenino entran los bigotes y unos eye liner en colores fosforitos.
Tampoco probé los cócteles, salvo un mojito sin alcohol, ni los habanos por la sencilla razón de que no lo hago nunca. Bebí jugos Ciego Montero, degusté langosta crujiente, fui rumiante chupando caña de azúcar, que te pueden servir acompañando al café… No me podía dormir en mis excursiones en autobús. El asfalto ya me enseñaba un horizonte típicamente cubano. Fue en la carretera central que atraviesa la isla cuando descubrí que me gustan los coches; verdadero museo de Cadillacs de los colores más chillones, provistos de ventiladores y pegatinas pintorescas, aunque muchas de las veces se ahogan en los arcenes con el capó abierto.
Y es que Cuba es el país de las obras, de los remiendos originales, de los parches, de la imaginación en los arreglos… El lugar donde un ingeniero mecánico sabe que ha de conformarse con ser taxista o alquilar bicicletas. Las viejas guaguas, que fueron traídas de países europeos, son hoy dinosaurios deteriorados, sin cristales y con la defensa a medio caer; además dicen que su frecuencia es errática y por ello van hacinados toda la macedonia de razas.
Así, discurrieron poner en circulación los camellos, buses tirados por cabinas tractoras, que albergan otras trescientas almas muy juntitas.
No se permite ir a más de cien y suerte que no te encuentres algún rebaño que te fastidie las medias de velocidad. Bueno, al menos ahorraron levantando los mínimos semáforos indispensables, muy vistosos los que llevan segundero; en los stops pone “pare”, que es más patriótico y siempre sienta bien que a uno lo traten de usted. ¡Si no hay líneas será porque se puede adelantar siempre! No hay farolas, así que cuidado con el socavón que delimita las dos direcciones.
Y eso que dicen que en Oriente las carreteras son mucho peores. Han de pasar muchos km para que te encuentres algún letrero que indique las distancias. A los márgenes, irremediablemente a oscuras si se acabó la tarde, se apiñan grupitos de gente para “hacer botella”, expresión autóctona para el autostop; algunos osados hasta enseñan billetes y quizá puedan subirse a un camión que transporte bananas…
La historia cuenta que Cuba es el cuarto país en instalar el ferrocarril y el mérito de ser el más longevo de América Latina. Fueron incluso más antiguos que España, su metrópoli, seguramente porque urgía un transporte rápido de la caña de azúcar. No recuerdo haber esperado nunca en un paso a nivel con barrera.
Las casas cubanas son bajitas y de colorines. Generalmente tienen tejado plano, pues esas lluvias torrenciales del verano son tan inesperadas al llegar como al despedirse. En la mesa del porche familias enteras golpean las fichas de dominó. En Cuba no hay compra y venta de casas, pues eso sería caer en el capitalismo; cuando quieren efectuarse trueques por hogares de las mismas características pero de otras zonas se cuelgan los graciosos letreros de “se permuta”.
Bombas petrolíferas merodean en los valles, tal pajaritos picoteando el suelo.
En los descampados no se reclaman penaltis; los morenitos gastan energías con guantes y bates de béisbol; es el deporte rey y se sueña con jugar en Industriales o Santiago. Los apagones de luz son tan frecuentes que pueden impedir al forofo más fanático del Che perderse su museo de Santa Clara. Gatos con ojos vagos y perros enfermos a los que les cae la piel; y en la aduana al llegar tienen expresamente prohibido aceptar animales domésticos por si contagian a los suyos. Las vacas a régimen, sin sustancia. ¡Si parece una cabra! ¡Que a nadie se le ocurra matarla para comer, que eso es competencia del Estado!
Aquí es la charanga quien se acerca al público, anteponiendo arte a rastrillo. ¡Fuera escenarios, el arte puede ser ambulante! Maracas, guitarras y coros rápidos entonan un “chachachá, me gusta vacilón”. Por fin averigüé que guajira hacía referencia a una campesina.
El Estado por medio de la cartilla de racionamiento, que tanta hambre dejó aquí, otorga a cada ciudadano lo “básico para subsistir”: supongo que arroz, leche, aceite... Y luego cobran por sus quehaceres un salario medio de unos diez euros mensuales. Pocos víveres más podrán comprar en los agromercados. La descomposición de la URSS y el bloqueo americano impiden la abundancia y variedad de productos de primera necesidad.
Yo no lo vi pero me dijeron que en alguna tienda dos hombres esperaban a la salida para comprobar si en las bolsas de sus paisanos había los mismos artículos que en el tique de compra. Sí vi favoritismo hacia el turista a la hora de entrar en algunos establecimientos pues nuestro peso convertible vale veinticuatro veces más que el cubano; y los pillos nos los quieren intercambiar como si nos ofreciesen una joya de gran antigüedad: “¡Tengo billetes del Che!”; ilusos, la picaresca la inventamos los españoles. La consecuencia es que es inevitable sobrevivir sin recurrir a la economía oculta, el mercado negro.
Aunque esté prohibido, no todos pueden negarse a ejercer el servicio doméstico para extranjeros. Nadie se avergüenza por ser muy viejo, feo o tener la barba exageradamente larga y descuidada, pues exhibir su desgracia puede servirle para llevarse unos centavos, aunque se llamen igual que los americanos. Qué razón lleva el lema que reza “es bello el pueblo que tenga absoluto concepto de su dignidad y de su honra”.
En esta isla no se le enseña a los niños a que no hablen con desconocidos, de hecho estoy convencido de que se les entrena, aunque seguro que en tierra de Don Quijote tampoco desconfiarían de quien da caramelos a la puerta de un colegio. La Policía deja que los críos se acerquen al guiri, pero si toman confianza les alejan por un rato con un “ya vale”. Regalar un jaboncito puede ser algo trivial, incluso jocoso, para el turista, pero un bien de primera necesidad y una sonrisa para el cubano de a pie. Alguno te comenta sus dificultades y llega a pedir expresamente champú, lapiceros o un “pulover”. Menos necesitados y más soberbios son los camareros, que cambian su cortesía si deducen que no les caerá una propina.
Regatear en una tienda de souvenirs ha de tener cargo de conciencia porque el empleado ha de pagar la diferencia al Estado. Casi se ríen de mí cuando les mostré el carné joven. La mayor de las Antillas es un mosaico de influencias, una amalgama de razas, un colaje de nacionalidades, un batiburrillo religioso. Para un desconocido la santería puede parecer parte del folclore. Se trata de una mezcla del cristianismo con el animismo africano. De hecho, sus dioses tienen equivalencias con los católicos, pues así evitaron problemas en tiempos de persecución de las jerarquías eclesiásticas.
Además de la aureola y el misticismo que envuelve a José Martí y Fidel, son dos los embajadores de esta tierra que se ganan pronto la confianza del turista, dos mitos de origen no insular. Cubanos de adopción. Un médico que se convierte en guerrillero. Un periodista que acaba consiguiendo el Nobel de literatura. Sus muertes los hicieron eternos. Una ráfaga de disparos lo tuvo treinta años oculto.
Una escopeta "lo suicidó". ¡Cuanta gente de treinta y tantos responde hoy por Ernesto! "¡Tu ejemplo vive, tus ideas perduran!"
En un país tremendamente politizado, la principal misión de los medios de comunicación no es divertir y entretener al oyente. "Para más inri", llegamos a este paraíso anacrónico en tiempo de efemérides. Vuelta al Nodo. El dieciséis de abril es el día del miliciano: "Eduardo García Delgado, antes de morir escribió con su sangre el nombre de Fidel, como símbolo y bandera. Durante la despedida de duelo, Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la Revolución". Y el diecinueve, en el contexto de la fallida invasión de Bahía de Cochinos, "fue liberada Playa Girón, último reducto de los agresores".
La radio, la tele, la propaganda dice que Posada Carriles es un canalla, que los cinco apresados injustamente tras un juicio farsa en Miami volverán algún día; yo no sé de qué hablan pero imprimen tanto ímpetu que me lo creo. Además, en aquel cartel pone que "la verdad no se puede bloquear". Y sólo hay una verdad porque ellos tienen prohibido Internet y visionar las televisiones americanas. El régimen se vanagloria de una excelente atención medica y de la ausencia de drogas. No sé, no tengo pruebas.
Se presume de la eficiencia de la educación, que es obligatoria y gratuita hasta los quince años. ¡Aquí también! Hay que reconocer que la igualdad social, premisa básica del comunismo, y la equiparación de derechos entre sexos y razas es envidiada en toda América Latina. Y la altísima alfabetización parece ser el secreto de lo buen interlocutor que es este pueblo, por mucha fama que tenga la labia argentina. Los críos de pantalón crema y camisa blanca tienen un lema: "Seremos como el Che". La bandera cubana es un símbolo omnipresente en cualquier rincón. Como cuando aquí nos disputamos un mundial o cae veinticinco de julio. Su estrella expresa el agradecimiento de la nación a los masones, comunidades que florecieron en Matanzas. "Esta es la bandera de la independencia plena". ¿Será esa la bandera que ondee siempre? ¿Quién lo sabe? Algún día quizá las paredes se pintarán de blanco, los carteles se taparán con otros, las estatuas se vendrán abajo.
En resumen, suerte que no ven hoy con malos ojos al turista español pese a que nuestros antepasados aniquilaron por completo a sus tres grupos aborígenes, taínos, guanacabeyes y siboneyes, que sumaban un total de trescientos mil. ¡Qué bien nos venía a veces que Colón fuera de Génova o Portugal! No se les ve rencorosos, es más, hacen bromas y presumen de sus lazos de parentesco con España. Y es que compartimos mucha historia en común con la que fue la última colonia en emanciparse, como por ejemplo grandes flujos migratorios.
Colegas sí, pero no nos libramos de pagar veinticinco pesos de tasa revolucionaria antes del "vuelvan pronto". Y aunque quieras quedar bien con el vecino te aconsejo que no sean más de dos las botellas de ron añejo de siete años y que la caja de Cohibas o Montecristo lleven su sellito correspondiente.
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