domingo, 10 de julio de 2016

Un sorbito de París

   La ciudad respira mil historias. Un destino único para todo fan de Jim Morrison que quiera dejar unas flores, o un cigarrillo tal vez, en su lápida de Pere Lachaise. Un hervidero de turistas desorientados que buscan una ya derruida  prisión de la Bastilla. Un paraje donde las bicis de alquiler dan un aire romántico a la noche. Si ya no queda hueco en las paredes para esbozar un graffiti  pues rotulan una furgoneta ajena  y así el arte es vivo y móvil.

   Me alojo en las inmediaciones de Gare du Nord. Cuando cae la noche se apelotonan muchos sin techo; duermen junto a sus escasas pertenencias, nada muy distinto de lo que haré yo el domingo en el aeropuerto.

   Mi primera visita fue a Notre Dame, por ello es el kilómetro cero de las carretera francesas. Ornamentados arbotantes sujetan el muro y el tejado. En muchas de las iglesias había paneles anunciativos donde se recordaba a los fieles la futura visita del Papa Benedicto.

   Cuando saludo al Sena veo que en uno de los barcos hay una fiesta de disfraces. Llego a una preciosa callejuela repleta de casas de comidas. En los griegos rompen un plato por cada cliente nuevo que se atreva a entrar. Las viandas, no cabe duda, siempre van decoradas y perfumadas.

   No hay lugar en París a más de medio metro de una estación de metro.El aire es cálido. Se mezclan los olores de todas las razas.

   El Estadio de Francia, de estructura futurista, será recordado porque se construyó ex proceso para el Mundial 98. Saint Denis  es el Santo Patrón de Francia y primer obispo de París.  Un evangelizador de la Galia en el siglo II que, por negarse a adorar a dioses paganos, fue martirizado y decapitado en Montmartre; lo sobrenatural es que luego anduvo varios kilómetros portando su propia cabeza hasta que se desplomó.

   Nunca vi tantos zapatos juntos como en el mercadillo de Clignancourt; a un tendero le suena mi ciudad, Sant Jacques, pues allí cerca fue lo de aquel petrolero de hace algunos años.Muy cerca, los trileros dan ganancia segura a tipos con sus mismas facciones. Logran timar a algún turista.
   La Plaza de la Concordia recibió ese nombre para intentar borrar uno de los pasajes más negros de la historia del país. Fue aquí donde fueron guillotinados casi un millar y medio de personas en el Período del Terror, entre ellas Luis XIV y María Antonieta.Seis meses después rodaron las cabezas de líderes revolucionarios como Danton o Robespierre. Hoy lo que la gente se encuentra es un señor obelisco de 3300 años de antigüedad.

   Napoleón corona la estatua de la Plaza Vendome con una apariencia casi romana.Para la construcción de la columna se emplearon más de un millar de cañones que el corso requisó en la Batalla de Austerlizt.

   Pigalle y Clichy están copados de locales que ofrecen shows en directo por 20€. Intentan captar al viandante y pica la curiosidad. ¿Qué habrá tras las cortinas? Sobreviven los Cines X cuando aquí hace décadas que se fueron l tacho. Dejo pendiente el museo del erotismo. A los coches de mirones no les importa que estas calles se formen nutridas colas. Un pub muestra en un cartel que ya han acabado su hora feliz  “de cuatro a nueve”. Quizá España deba adaptarse al horario diurno que profesa el resto del continente para sacar más jugo al ciclo solar.La gente más chic es la que agolpa en el Moulin Rouge, epicentro del Barrio Rojo del que quedó en su día prendado Toulousse Lautrec.  Más de cien euros por una cena, media botella de champagne espumoso y un espectáculo de can can a cargo de bailarinas que dejan ver sus pantorrillas bajo trajes de plumas y lentejuelas. Será el más afamado pero no es el cabaret más longevo Le Chair Noir, El Gato Negro, que presumía antaño de no admitir curas ni militares, se le anticipó en ocho años.

   Montparnasse es un barrio ubicado bajo la sombra de una torre que destaca menos por la belleza de sus formas que por sus más de 200 metros de altura. Se convirtió en uno de los edificios habitados más altos de Europa.Ya no quedan muchos vestigios del pasado bohemio. La gente se entretiene con la variopinta oferta de creperies; las de nutella tienen mucho éxito. A veinte metros de profundidad están las afamadas catacumbas. Originariamente eran unmacabro osario ante el desbordamiento de los cementerios parisinos en el siglo XVIII. Estos pasadizos fueron empleados en tiempo de la Resistencia. Producen pavor los tétricos epitafios en latín y las paredes erguidas a base de cráneos y huesos largos.


   No me traje un souvenir de la Torre Eiffel en la mano a la llegada a Santiago. Hoy es el monumento más visitado del mundo, seis amillones al año, pero en sus orígenes tuvo una fuerte oposición de la élite literaria y artística de París. ¿Sabían que sería demolida de no convertirse en la plataforma ideal para las antenas de radio?  





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