*Un paseo por el norte y centro de Buenos Aires
Desde la terraza de mi alojamiento, en Avenida Puyrredón, puedo ver la vida de un porteño de clase media alta. La Ventana Indiscreta. Una desequilibrada hace bailes extravagantes en el subte para llamar la atención. Todos la ignoramos. Otro pide 500 por un cierrabolsos que nos posa sobre las piernas.
Organizan una Fiesta Afro en la Plaza de los Parques Nacionales Argentinos. En realidad los stands representan a países americanos. En Haití venden duraznos, en Venezuela arepas y en Ecuador exhiben trajes folklóricos. Los aviones que van al Areroparque casi aterrizan sobre nuestras cabezas.
Ambiente de paseo y compras en la Calle Arribeños del Barrio Chino. Cuelgan farolillos rojos. Las tiendas exponen sus productos más allá del escaparate. Un caricaturista y niños comprando piruletas, denominadas acá paletas.
Me costó mucho encontrar la Torre Eifeld del Parque Barrancas. Tres metros en hierro fundido esculpidos por el propio Bartholdi. Se reúne en el césped muchísima juventud; unos para celebrar el cumple de unos chicos asiáticos. Y otros tomando el sol plácidamente. Hace 200 años mojaba aquí el Río de la Plata. En este barrio, según Spinetta Jade, “es ella quien te busca donde vos no estás”.
Los fines de semana hay una Feria Artesana en la Plaza Belgrano. Parada de metro Juramento. Artículos kitsch y jarras de fernet. Pegada al mercadillo está la Iglesia de la Inmaculada Concepción. Nico Berbarí vende objetos realizados en metal por él mismo. Le compro la figurita de un hombre leyendo. Fue inflexible en la rebaja.
2000 pesos abonamos los extranjeros no residentes en el Museo de Arte Español Enrique Larreta. El susodicho novelista argentino es visible en un cuadro pintado por Zuloaga. Riñen a un turista, ya no tan joven, por subirse al borde de la fuente de los sapos de su coqueto jardín selvático de influencia andaluza.
La apertura del Mercado de las Pulgas no es hasta las once. La espera no mereció la pena. Muebles, jaulas, espejos y algunos libros viejos y descoloridos. Muñecos desnudos que podrían ser atrezzo para pelis de serie B. Lo más picante fue el grafitti que ridiculiza a Pelé ante Diego Armando. Cosas de vecinos.
Palermo es luna. Tardé en asociar la Plaza Serrano con Julio Cortázar. En esta zona de copas y boliches se me acerca un hombre. Comienza hablando tranquilo pidiendo algo para sus hijos pero se va enervando y suelta varios escupitajos contra el suelo; "esta noche, me llevo un celu aunque tenga que..." Necesito un tentempié y pido un perrito caliente. El señor, que ya peina canas,me preguntó cuando terminé el pancho. “¿Qué tal la experiencia culinaria?” El directo de Dorian en la discoteca Roxy es evocador pero no alcanza la hora. A continuación el cantante de Terapia luce músculo.
El Malba, uno de los 25 museos artísticos de la capital, pretende difundir el arte latinoamericano desde comienzos del siglo XX. En El viudo de Botero,tan familiar como Las Meninas, también es orondo el animal de compañía que casi se quema con un cigarrillo encendido. La gente hace cola para ver dos autorretratos de Frida, uno con el rostro de Diego Rivera sobre el unicejo de ella. Del mexicano tenemos un retrato de Gómez de la Serna al gusto cubista. Maris Bustamante arriesga con una foto de una mujer con gafas que tiene un falo por nariz. Es una revisión a Freud. En la colección pop art de Edgardo Giménez los monos son su fetiche colorista. La plástica escultura del conejo y la carta alude inmediatamente al maravilloso mundo de Carroll. Antonio Berni desnuda a Susana ante mirada clandestina de un viejo, en una versión desenfadad de lo que ya hiciera Tintoretto.
La Floralis Genérica abre sus pétalos al alba y vuelve a cerrarlos cada noche. El sol golpea su piel de acero inoxidable y aluminio.
El Museo de Bellas Artes fue antes Casa de Bombas, lugar donde se almacenaban los depósitos de agua potable de la ciudad. En su exterior un mercadillo culinario. Suena melodía desencadenada de Ghost al saxo. Más de doce mil piezas desde el siglo III a nuestros días. Se dice pronto.
Hay un Gauguin, de unas mujeres a punto de bañarse en el río. El de Manet, La ninfa sorprendida, podría ser perfectamente un detalle dentro de su maravilloso Almuerzo Campestre. El amado Van Gogh nos aporta una pareja ante El Molino de la Galette. De Courbet hay un Mar borrascoso y enfadado y un retrato de su hermana leyendo cuando era niña. Degas, también sus pasteles, con su sempiterno toc con las bailarinas. Hay contrastes lumínicos en Jesús en el huerto de los olivos de El Greco y abajo de la composición los discípulos dormidos. El Busto de mujer de Modigliani va sin iris ni pupila pues el artista aún no conocía el alma de esa persona. Sorolla plasma con maestría el viento costero en La vuelta de la pesca.
En los Caprichos de Goya, serie de ochenta grabados satíricos al aguafuerte y aguatinta, predominan dos temas, las relaciones amorosas y las supersticiones y aquelarres.
Eduardo Sívori tiene sensibilidad hacia personas pobres e inmigrantes. En el Despertar de la criada, de su etapa estudiantil, se ven morenas las partes del cuerpo expuestas a la intemperie. Es una obra un tanto voyerista porque la mujer parece no percatarse de que la estamos observando. Poco antes había viajado a Europa donde Manet había escandalizado con su Olimpia.
El beso de Rodin alude al amor prohibido de dos amantes del infierno de Dante en La Divina Comedia.
Con una visión mucho más contemporánea y transgresora la instalación Los sesenta no son los noventa de Rosana Fuertes.
Desde lo alto del museo se ven los astilleros y, en primer término, la Facultad de Derecho, edificio casi heleno con varios tramos de escaleras. No veo a entrenar a Rocky Balboa pero algún valiente se atreve a bajar en bicicleta.
La Biblioteca Nacional lleva el nombre de una de las figuras de la Revolución de Mayo, Mariano Moreno. Exhibe un estilo brutalista por lo que muchos porteños lo eligen como el edificio más feo de la ciudad. Bajo las preciosas lámparas verdes de la quinta planta alguno ve en su portátil la final de la Copa Libertadores.Por nombres parece un partido de veteranos: Cavani, Marcelo o Felipe Melo. Las vistas del Río de la Plata son embriagadoras. En el 2014 con motivo del centenario de Julio Cortázar se inauguró una estatua sedente e imberbe del Cronopio.
En las Inmediaciones del colorido Centro Cultural Recoleta se despliega la Feria los Fines de Semana. Entre tanto complemento queda espacio para lo pictórico.
Antes de entrar en la necrópolis me preparo un pícnic sobre el césped para disfrutar del buen clima. Parece que mi plan sedujo a un amenazante pedigüeño que alteró mi paz por dos veces. Mientras, desfilan unos soldados,con pluma en el casco, y un músico acaricia su violín.
El barrio se llama Recoleta porque allí se encontraban los monjes recoletos. El cementerio, inaugurado medio siglo antes que el de Chacarita, alcanza las cinco hectáreas y los doscientos años de vida. Las mejores familias competían por tener las tumbas más suntuosas. Aquí yace la élite del país: expresidentes, héroes de guerra y otras celebridades.
Evita Perón está en un callejón donde todos nos apretujamos. Se marchó prematuramente, a la edad de Cristo, aquejada de un cáncer. La mujer que tanto ayudó a los desfavorecidos es la Gioconda del camposanto.
Además de la Primera Dama son muy visitadas las tumbas de Luis Federico Leloir, un Nobel de Química, y Adolfo Bioy Casares, escritor galardonado con el Cervantes.
Una Virgen Prudente enciende un cadelabro de siete brazos,que engaña porque no es judío, en la bóveda, casi capilla, de la conservadora familia Dorrego Ortiz Basualdo.
La luz penetra desde la vidriera por un agujero en forma de cruz. Se trata del mausoleo de Raúl Ricardo Alfonsín, primer presidente después de la Dictadura Militar.
José Figueroa Alcorta presidió los tres poderes del estado, legislativo, ejecutivo y judicial, “alcanzando los más altos honores de nuestra democracia".
Muy cerca de los edificios exteriores hay una tumba de grandes dimensiones del General Juan Lavalle. Perú le da el homenaje póstumo por su valor con la caballería en Riobamba. Sábato narró la vida de este militar cuyos soldados cargaron su cadáver durante 700 kilómetros.
Soy virgen en esculturas en bata. Se trata de Luis Ángel Birpo, púgil argentino de hace una centuria con un buen balance, treinta y tres victorias y seis derrotas.
Una de las obras de arte más bellas del camposanto es la de Luis Dorrego Indart; un ángel alado pisa a un diablo vencido y humillado. Hoy ganan los buenos.
Llama la atención la imagen de una bella joven que acaricia a su mascota. Son Liliana Crociati y su perro Sabú. Fue sorprendida por un alud en Austria cuando apenas tenía 26 años. En la imagen aparece con anillo de boda y anillo de compromiso. Ella pereció pero su novio corrió mejor suerte.
En la ciudad con más librerías per cápita del mundo la más majestuosa es el Ateneo Grand Splendid. Y la más grande de Sudamérica. Fue teatro y cine en la arteria de Santa Fe hasta finales de siglo. Los frescos de la platea tienen temática pacifista pues se hicieron al término de la Gran Guerra.Lectores disfrutan concentrados en los palcos de la platea.
La primera estatua ecuestre de Argentina fue la del General San Martín, héroe no solo en Argentina sino también en Chile y Perú. Un pájaro se posa en su dedo índice. El Monumento a los fallecidos en las Malvinas es un homenaje a los caídos por la patria en el Atlántico Sur. Curiosamente, la torre que se ve al fondo se conoce como la de los Ingleses. Pausa para una comida chic en el Convento de Santa Catalina. El patio es un oasis de calma.
Retiro es un Barrio Bien. Las Galerías Pacífico, con lujosas firmas, se construyeron a imitación de las famosas galerías de Milán o Nápoles. Los sótanos fueron centros clandestinos de la tortura durante la Dictadura. Los fantásticos murales son un ejemplo de la identidad argentina. Y allí se haya el interesantísimo y variopinto Centro Cultural Borges cuyo acceso es gratuito.
La calle Florida es peatonal, arbolada y copada de negocios. Cada diez metros los cambistas ofrecen cambio de moneda.
Se quejan por el precio de la nafta. La oscilación económica es constante. Tanto que en muchas de las cartas en papel de los restaurantes no indica el valor de las comidas. Hay quien se gana unas monedas paseando a una jauría de canes.
El Obelisco pincha el cielo blanquecino de la gigantesca 9 de julio. Varios locales de comida rápida quieren salir en la foto. Este icono se plantó para celebrar el cuarto centenario de la fundación de la ciudad justo cuando en España iba a estallar la Guerra Civil.
Un reloj marca los latidos de la Pizerría Güerrín que pasa de 90 años. En el recibidor, donde hay fotos con comensales de la farándula o del espectáculo, comen de pie los que tienen más prisa. Atravieso, junto a una pareja de mexicanos, un pasillo angosto y pasamos al comedor principal. Los camareros son pacientes y amabilísimos pero el tiempo de espera es demasiado. No aceptan tarjetas de crédito que el país no está para especular. Una de las especialidades es la fugazzeta, con dos capas de queso y cebolla.
En la Avenida de Corrientes, a la altura de Callao, la vasta oferta teatral es un espejo de la Gran Vía madrileña. Una de las carrozas de la marcha del Orgullo, con un techo de globos arcoíris, ofrece música festiva a cambio de libertad.
Dicen que el Café Tortoni, con más de 150 años de vida, es el más emblemático de Buenos Aires. Colas en la puerta. Con espectáculos de tango a la noche. Personal estirado,dicen, y carta cara. Celíacos son bienvenidos. Aceptan dólares y reales.
Se le sigue llamando Edificio de Obras Públicas aunque en la actualidad sea el Ministerio de Salud. Dos murales de Evita alegran la vista desde 2011. El que mira al sur la representa bondadosa mientras que el septentrional, con micrófono en mano, es mucho más combativo. El antenón de radio y televisión sería el asidero perfecto para King Kong.
No hay dudas de que el Palacio Barolo se inspiró en la Divina Comedia. Mismo arquitecto y mismos materiales, hormigón armado, que el Palacio Salvo, su hermano charrúa.
La cúpula verdosa del Palacio del Congreso, sede del poder legislativo, alcanza los 80 metros. Desde el Edifico del Molino, antigua confitería, se aprecia mejor la estatua de la República. La mujer victoriosa, montada en una cuadriga, sujeta las riendas de cuatro caballos desbocados. Dejaron algunas pancartas de protesta por el Jujeñazo sobre el pueblo periqueño.
En la Plaza, kilómetro cero de las carreteras argentinas, hay un surtido de estatuas. El Pensador de Rodin, realizada en realidad por su discípulo Rudier, o la de Mariano Moreno, abogado, periodista y prócer. Estacionan aquí tanto los buses turísticos de dos pisos como los naranjas de excursiones escolares.
En el eje sur la Biblioteca programa sesiones de cine gratuito en el Auditorio Leonardo Flavio. Leo algún ejemplar de El Gráfico en la hemeroteca, de cuando el Jefecito fue el mejor argentino en el Mundial 2014.
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