miércoles, 27 de marzo de 2024

Llueve en Montevideo

 

*Un paseo por la capital uruguaya.


* El País de Uruguay publicó mi versión reducida del artículo (2-IV-2024)


   Adiós Buenos Aires. ¡Cuántos recuerdos! El barco, que parte con retraso por el temporal, te lleva hasta Colonia del Sacramento. Algunos,en zona de proa, han vomitado mecidos sin dulzura sobre un Río de la Plata untado por camalotes. El bus te escupe en la Terminal de Tres cruces.


   Estamos en Uruguay, nombre guaraní que significa"río de los pájaros". Datos random. Con un nivel de vida similar al de España,para ricos si vienes de Argentina. Unos catorce millones de vacas,tocan a unas cuatro por habitante. Segundo país en consumo de whiskie tras Francia.

 

   La ciudad celebra ahora los trescientos años de su fundación. Su carnaval se prolonga 40 días. Al ritmo del candombe.Los tambores se tocan en tres tonos distintos: el chico o soprano, repique o contralto y piano o tenor. Las murgas,con más de 15 personas, hacen sátira política.

 

   El Estadio Centenario, con foso de agua tras las porterías, alberga el Museo del Fútbol. Pueden presumir. Se inauguró en el Mundial 1930 donde vencieron en la final a Argentina por 4 a 2. Dos décadas después el Maracanazo con el tanto decisivo de Alcides Ghiggia. Dos bofetones en la cara a las dos potencias que le aplastan.  El país con más copas del mundo per cápita. Ese es el espíritu charrúa.


 

   No me coincidió estar un domingo en la capital para poder disfrutar la Feria de Tristán Navaja donde tiene mucho peso la inmigración italiana. 

 

   Una réplica del David de Miguel Ángel da la bienvenida al Palacio Municipal, sede de la Intendencia. En su interior otra obra de arte, La Victoria de Samotracia, alada y sin brazos.

 


   En la Plaza Cagancha, nombre de una victoria militar, sobresale la Columna de la Paz, que una vez fue atacada por un rayo. Dicotomías.

   Las galerías, no soportales boloñeses, caracterizan la Avenida 18 de julio, arteria de 3 kilómetros que recuerda el día de la primera Constitución. Albergan humildes negocios, algunos de segunda mano. El estilista "Néstor corta a tijera, también peladitas a bebés". En el número 1199 está una de las sedes de la Librería Puro Verso que viene de cumplir 20 años.


   Treinta y tres palmeras ornamentan la ventosa Plaza de la Independencia. Un homenaje a los mismos Orientales, liderados por Lavalleja y Oribe, que participaron en la Cruzada Libertadora en 1825.

 

   Los charrúas se animan diciendo "¡Vamos arriba!". Pero para visitar el Mausoleo de José Gervasio Artigas han de bajar al subsuelo. Se inauguró en 1977 en medio de una Dictadura Militar. Una pirámide truncada permite que el sol ilumine la urna del prócer. Los del Regimiento de Blandengues hacen cambios de guardia cada hora, sin show. Nota a turistas: No les hace gracia que te sientes en las escalinatas.


   El diseño del Palacio Salvo es de Mario Palanti, el mismo artífice del Palacio Barolo en Buenos Aires.  105 metros de altura. El porteño es cinco metros más bajo, hay hermandad y pique también. Está inspirado en la Divina Comedia. Como el arquitecto era masón dejó algunos símbolos en este rascacielos art déco. Hay quien dice que en el séptimo piso se aloja un fantasma. Los primeros dueños eran los hermanos Salvo.  Se inaugura en 1928 cuando el país vivía momentos prósperos. Antes, cuando aún era la Confitería Giralda, sonó por primera vez el tango La cumparsita.

 


   Cruzada la Ciudadela, único vestigio del recinto colonial, no pises los Soles, versión charrúa del Paseo de la Fama. Están dedicados a personalidades patrias, como Benedetti, salvo a dos foràneos, Nelson Mandela y los Rolling.  Ya estás a tiro de piedra del Museo sobre los héroes del accidente aéreo de los Andes.

   Ya se desmanteló la Exposición sobre Macondo en el Teatro Solís. Se denomina así en honor al primer explorador europeo en llegar al Río de la Plata. La amargada de las taquillas no tiene un buen día. Inaugurado en 1856, el más antiguo de Sudamérica, goza de una acústica excelente.


   La Fuente de la Plaza Matriz, o de la Constitución, está ornamentada con cuatro faunos y otros tantos querubines que entrelazan sus cuerpos con delfines. Como el artista era italiano, Juan Ferrari, cometió algunos errores ortográficos. Era alquimista y masón, como Simón Bolívar. Por ello se ven símbolos como el martillo, la escuadra y el compás que representan sucesivamente la voluntad, la rectitud y la exactitud.


   La Catedral de Montevideo mira de frente al Museo Histórico Municipal. Es un templo católico en estilo neoclásico que León XIII elevó a la categoría de Metropolitana. Está dedicada a la Inmaculada Concepción y a Felipe y Santiago, patrones de la ciudad. Están enterradas personalidades uruguayas como Juan Lavalleja, líder de los 33 Orientales.

 

   Mucha gente bromea con las rejas que rodean la Plaza Zabala porque tienen forma fálica. Este espacio, caprichosamente oblicuo en un callejero en damero, homenajea al fundador de Montevideo con una estatua ecuestre. Y la calle anexa es Durango, localidad vasca donde nació este mariscal. Era Gobernador de Buenos Aires y tenía el propósito de sacar a los portugueses de Montevideo. Escogió esta península por el puerto y el cerro de 130metros.

 

   Aquí, en el Palacio Taranco, tenemos el Museo de Artes Decorativas, de acceso gratuito. Entre relojes, espejos y mobiliario presume de una reproducción en seda de La rendición de Breda y una escultura de Benlliure. Reconozco que, por gusto personal, lo que más me sedujo fue el cobijo en una tarde de lluvia casi torrencial. La gota china.  No vendría mal un sorbo de grappamiel para aclarar la voz.

 

   El Mercado del Puerto se reconoce por su estructura de hierro forjado. A su espalda se pone de puntillas la torre blanca del Edificio de la Aduana. Hay muchos restaurantes especializados en asado pero en el mío fueron mejores pescando clientes que en la calidad de sus carnes.Cuentan que es tradición beber allí el Medio y Medio, una mezcla de un vino blanco espumoso y otro seco. El escritor Enrique Rodó era uno de los clientes habituales.

 

   Muchos disfrutan caminando y tomando mate por agún tramo de los 20km de Rambla, el malecón montevideano. Por el apéndice final de Sarandí llegarás al paseo agrietado de la Escollera; las olas te pueden hacer un regalo pulverizado. Las nubes van haciendo amigas. Un frío del demonio para ser primavera. Al fondo,bajo el humilde faro rojiblanco, un pescador solitario y sin suerte con las corvinas. "Hoy no sale nada".



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