miércoles, 9 de septiembre de 2020

Portugal é lindo

 *Un recorrido por el litoral central luso


  La casa del choco frito y del poeta Bocage. Y del mejor rodicio de pescado que me he llevado a la panza.Encajada entre el Parque Natural de la Arrábida y el estuario del río Sado donde chapotean los delfines. Vistas a la península de Troia. Los aficionados del Vitória se echan a la calle a protestar por el descenso en los despachos.Los niños organizan turnos para saltar al mar desde el dique. Al atardecer la Playa da Saúde recibe la sombra de la fortaleza de Sao Filipe.


  Ericeira,donde el mar es más azul.La nube madrugadora enfría cada desayuno.Volví al Parque de Campismo diecisiete años después.Pregunté.Ni rastro de los que dormían en mi sector. El campo de fútbol sala de tierra. Los que entonces tenían mi edad de hoy nos sacudían patadas, más a Rui, cuando no podían frenarnos. Saltábamos la valla muchas veladas para acceder a la piscina. Bucear con el cloro acariciando los ojos. Hoy se ha convertido en una pista de skate.

  Campos de calabazas.Con el tobillo izquierdo maltrecho me propuse bordear la costa de Peniche. Los fósiles de invertebrados marinos más remotos de Trovao se remontan a tiempos en los que la Península Ibérica casi se besaba con el norte del continente americano. Desde el Faro Carvoeiro hay casi 6 millas náuticas hasta las Berlengas. Me recupero en la arena de Gamboa.




   ¡Surferos del mundo, uníos! Nazaré es un matriarcado. Mujeres en edad de jubilación, armadas con pañoleta, captan al turista para que reserve en su alojamiento. No venden grelos ni pimientos de Padrón.  El bullicio en la Avenida de la República resetea un presente pandémico. El canto del vendedor de bolinhas de Berlim me embriaga más que una sirena. El funicular avanza a dos metros por segundo. Tiempo suficiente para que el gato deje de holgazanear entre las vías.En O Sitio,la casa de un árbol perenne,confío en estar protegido de la Ola Gigante.



   Las condiciones de admisión en la sala de juegos del Casino de Figueira de Foz son muy estrictas. Casi hay que ser deportista para llegar al mar desde la Torre del Reloj.


   El Hotel Imperial de Aveiro tiene una decoración decadente pero su restaurante merece una reverencia. Las proas de las góndolas tienen originales motivos.Las fachadas de las turísticas casas de Costa Nova parecen camisetas futboleras.  Cada 13 segundos el decolorido Farol de la Playa de Barra guiña el ojo a sus admiradores. La llanura propicia un carril bici con tráfico denso. Siempre hay una decena de golosos a la cola de cada kiosco. La petición más popular son las tripas, especie de crepes con receta secreta; su relleno más tradicional es el de ovos moles.   




No hay comentarios:

Publicar un comentario