martes, 5 de mayo de 2020

La batalla de los lápices



Notas de la conferencia de la profesora Verónica Sierra
 en la Facultad de Filosofía de la USC  (23-11-2018)

Artículo inédito que aborda las consecuencias de la Guerra Civil en los más pequeños






   Hay escasez de fuentes y está dispersa por muchos países.   Incluso hubo represión de esas fuentes por parte de los vencedores.

   Los niños fueron los grandes olvidados. Colaboraron en la retaguardia, por ejemplo en los hospitales.  El día a día fue un infierno. Las escuelas cerradas o destruidas, toques de queda, desaparecidos…  Hubo colegios que funcionaron durante toda la contienda pero otros tuvieron que cerrar porque fueron destruidos o porque sus maestros son llamados al frente o asesinados. Hay profesores que acabaron aportando cariño a los niños que perdieron a sus padres.

   Los libros escolares y los cuentos servían para transmitir los discursos de cada bando. Se justificaba el conflicto y servía para crear referentes.

   Algunas narraciones de la escuela acabaron en el frente para motivar a los soldados como estudió Alejandro Mayordomo.

   No fue una guerra en miniatura. Fue igual de cruel. Las estadísticas franquistas dicen que 140.000 niños murieron pero Salas Larrazábal, Julián Casanova o Santos Juliá hablan de más de 400.000 incluyendo los nacimientos no productivos.

   Un 25% de la población infantil murió. Se les impedía ser neutrales por ser herederos de las ideas de sus padres. Fue clave la propaganda para odiar al enemigo: imágenes de niños heridos, mendigos, ladronzuelos, víctimas…   Un buen ejemplo de ello son los folletos con niños en el bombardeo de Getafe… La niña María Álvarez Vayo, sobrina del ministro republicano, es evacuada a Praga.

   Se fabricaron juguetes bélicos para familiarizarlos con la triste realidad que tenían que vivir: muñecos de milicianos, tanques…

   Cuando se tomaba una ciudad desfilaban las Flechas, organización juvenil de la Falange.
    Una niña le escribió al presidente de Socorro Rojo para ofrecer sangre para los heridos. Se publicó en el periódico Ahora.

   Jesús Alonso Carballés estudió las evacuaciones masivas. Al menos 50.000 sin contar el éxodo desde Barcelona a Francia. Los niños huérfanos, heridos o enfermos tuvieron prioridad.  Primero van a la comunidad valenciana.  Se crearon colonias, por ejemplo las Termas Victória en Caldes de Montbui. También hubo familias que adoptaban niños y se encargaban de su  manutención.   Luego, se fueron entre veinte y treinta mil personas a Francia, unos cinco mil a Bélgica, más de dos mil a URRS, Reino Unido, Suiza, Dinamarca…

   En las colonias se dibujaba con fines terapéuticos. Escribían artículos en los periódicos escolares, algunos manuscritos y otros impresos. Cambria House se publicaba mensualmente en Gales.

   456 niños se embarcaron en Burdeos en mayo del 37 y acabaron instalándose en Morelia, México.  La niña Maruja Rodríguez inició un diario que se interrumpe en el año 43 cuando cierra la escuela y los niños empiezan a dispersarse.  Su intención era poder algún día entregar ese cuaderno a sus padres. Habla con claridad de un horario que es casi paramilitar. “La comida es a la española; a las 21 horas apagan la luz y tocan silencio”. Si no recibían carta desde España los pequeños estaban preocupados.

   De los casi tres millares que fueron a la URRS muchos vascos y asturianos fueron a Leningrado. En sus misivas narran el viaje en barco, el trato a bordo, el recibimiento, la higiene, la alimentación. Esas cartas no llegaron a destino pues fueron interceptadas por las tropas franquistas para poder reprimir a su familias.

   Hubo problemas con la repatriación. La República se encargó de convencer a los padres para que evacuasen a sus hijos al extranjero.  Pero luego fue el Caudillo el que se encargó de las repatriaciones.   Algunos volvieron antes de finalizar la Guerra Civil. A veces, volvían los niños y los padres acababan en campos de concentración franceses.   Dos países se resistieron. De México solo volvieron 61 antes de morir el dictador. De la URRS volvió un tercio pero no fue hasta 1953 tras morir Stalin.

   Ángeles Egido estudio el robo de los hijos de los presos en las cárceles; muchos de ellos acababan en hospicios, reformatorios…

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