*Un paseo por la capital de Gales
Me saca la lengua y
se burla de mí.El dragón alado protege la Torre del Homenaje Normanda del
Castillo. Fantásticos interiores victorianos. Los animales del muro llevan asomados desde finales del
XIX para mirar un zoo de humanos. Estamos en el corazón. El germen del que fue hace cien años primer
puerto carbonero del mundo está en un fuerte romano.
Hoy no visto de
rojo por si me confunden con un aficionado de los reds. Pero el Estadio Principality, que besa el río Taff, no es el
nido de los Pájaros Azules. Los
domingos por la mañana hay un mercado culinario en Riverside. Gastronomía hindú o brasileña entre las opciones.
Esperaba más de los
dulces tradiciones galeses, que están empoderados con pasas.Su textura recuerda
más a un polvorón que a una crepe.Hay demanda e importación de pasteles lusos
de nata. En la caja de Forresp puede tocarte sabor a limón,crema de cacao,
manzana o cacahuete.
Los clásicos parques británicos son verdes y llanos. Ideales para un pícnic en mantel
de cuadros rojos y blancos. Gana el fútbol pero no faltan adeptos al rugby y
al críquet, con sus trajes blancos sin manchas de hierba. El Bute toma el
nombre de un marqués del XIX de origen escocés que se convirtió en el gran
mecenas de la capital galesa.
No hay tantos recordatorios
como en Londres para cruzar mirando a su debida dirección. En las calles
peatonales reposa boca arriba la gorra de los músicos callejeros. Con este
solano si apetece ir a las Arcade, galerías comerciales varias, es a buscar
sombra. Muchas de ellas son madrigueras al este de High Street. La más antigua
es Royal Arcade.
Los británicos dan
todas las facilidades para que nos empapemos de su cultura. El Museo Nacional
tiene entrada libre. Admiten donativos hasta colmar de billetes sus urnas transparentes.
Además de artistas locales, hay obras de impresionistas franceses o de la
Italia Renacentista.
El ambiente
nocturno es notable.Las despedidas de soltero comienzan sus fechorías a
primera hora de la tarde. La ciudad es descaradamente gay friendly; los
travestis se dejan ver en espectáculos y en la vida cotidiana. El orondo Jack
se descalza por comodidad y sale en todas las fotos con la boca abierta.En la
calle Greyfriars están dos de las salas de fiestas más amplias.
Una caminata de 3
km hacia el noroeste puede tener como premio la preciosa Catedral de Llandaff.
Me emociona más que Saint David. Las lápidas,puntiagudas o redondeadas, están
esparcidas por el césped.El Cristo en majestad se añadió tras la II Guerra.En
este distrito nació durante la Gran Guerra el escritor Roald Dahl, autor de Charlie y la fábrica de chocolate.
La larguísima Lloyd
George Avenue tiene hasta tres paradas de bus para acercarse a la Bahía.
Charloteo con uno de los cientos de Ghandis que predican la paz por el mundo.
El Edificio Millenium es la sede de la ópera.
Representan Los Miserables,
musical que ya me acompañó en Londres y Praga.
El Pierhead Building, de ladrillo y terracota, es tan rojizo como el
Ayuntamiento de Berlín; con cáscara religiosa e interior donde se reúne la
Asamblea Nacional y un museo de historia. La noria del puerto es menos
glamurosa que el carrusel dúplex de Queen Street.
La Iglesia Noruega no está
destinada al culto sino a propuestas
artísticas. El Hotel San Davis,en un marco de pájaros protegidos, está
preparado para salir de regata. Los jabones del lavabo tienen solera. La
recepcionista no es muy condescendiente con quien viste sin americana.
Que cosa linda Londres, me acuerdo de la noche de charla eterna allá.ahora estoy en tu tierra
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