*Un recorrido por la trayectoria del fotógrafo Vari Caramés
Versión reducida del artículo publicada en Diario de Pontevedra (17-7-2017),
La Región (18-7-2017) y El Faro de Vigo (19-7-2017)
Versión reducida del artículo publicada en Diario de Pontevedra (17-7-2017),
La Región (18-7-2017) y El Faro de Vigo (19-7-2017)
“El arte es útil porque nos saca de aquí” apostilló
Pessoa. Como una canción. Con esa capacidad
ilimitada de evocar y trascender. Vari
Caramés nos explica sus motivaciones. Pero no quiere frenar nuestra
imaginación. “El espectador debe rematar la faena. Hay que sugerir más que
evidenciar”. La máxima simplicidad es la mayor manera de distinguirse.
“Hacer fotos es
estar en trance. Sudo.Estoy en tensión,concentrado”.Lo cotidiano no se desecha.“No
solo son exóticos los dromedarios, pirámides o palmeras. Puede estar más cerca.
Nunca me fascinó el presente. Tenemos que crear la frontera entre el pasado y
el futuro”.
“Soy miope. Llevo
gafas y hago fotos con un punto de desenfoque clavado. He sacado mucho partido
a los defectos. Y lo haré hasta que me muera. Siempre me gustaban las defectuosas”. Y recuerda a Benedetti. “La perfección es
una pulida colección de errores”. Como Edison.
“No me considero un
artista. Hay que darle un toque personal como a la tortilla. Lo hago con
honestidad, no con falsa modestia. Soy un fotógrafo atípico, nunca fui
demasiado académico. Nunca me agobió que fuesen perfectas”. Cuando se incorporó, el sector profesional
estaba demasiado copado. Entonces, creyó en él. “Aposté por mi camino entre la
bruma. Mi padre decía que yo era
impráctico. Mi fórmula es intención, atención y un poquito de ternura.
Todos tenemos algo, un duende que nos hace diferentes. Soy curioso. Ese es mi
don”.
“Me consideraré
hasta la muerte un aficionado. La palabra amateur
me encanta. El término profesional me dio siempre miedo. La fotografía me la
tomé como una pasión lúdica. Una de mis series es Recreo, dedicada a la infancia”.
Toboganes y coches de choque. Y mucho color. Una vez fotografió una
noria en el horizonte. “Un mundo mágico, de recuerdos, de juegos… No hay que
dejar nunca de ser un niño.”
Las fotos no salen a
la primera.“Ter sorte da moito traballo” decía su padre “que no era parvo”. “Al azar hay que hacerle cosquillas”. Influye
menos la fortuna en la fórmula de Chema
Madoz; inventa un juguete, prepara la escena y dispara.
Ansel
Adams no hacía fotos desenfocadas. “No hay nada
peor que la imagen nítida de un concepto difuso”. Rescata una píldora de
Ruth Orkin, fotógrafa a su juicio
poco valorada. “ Ser fotógrafo es hacer que la gente mire lo que quiero que
mire".
“Ser fotógrafo es atrapar el propio
asombro» afirmó Jacques
Henri Lartigue. Le fascina este acaudalado francés que se dedicó a la
fotografía como pasatiempo. “Para él todos los días eran domingo”. Otro de sus favoritos es Jorge Rueda. Al final de su vida se cabreó con todo el mundo y
mandó quemar su obra. “Un monstruo. Cascarrabias pero muy tierno”.
Se siente unido a Cortázar por gustos, pasiones y la
facilidad para hacer de algo sencillo una cosa extraordinaria. “Utilizo a Cortázar para hablar de mí. Las
fotos muestran lo que nos emociona a cada uno. Si algo nos gusta es por
identificación”. Pero nuestras inquietudes van cambiando. Evolucionamos. “Devoro
cuadros y museos(…) He tirado corbatas que antes apreciaba (esto le hubiera
encantado a Wilde)”. Un ciento de afinidades comunes. El paseo.
“Es una distracción que me hace observar a la gente… Sobre todo camino y
miro”. Parece dicho por un fotógrafo. La lectura. “Los libros van siendo el único lugar de la casa donde
todavía se puede estar tranquilo”. El gusto por el jazz,sobre todo por los
instrumentos de viento. Contaba el sudamericano a Porrea “a medida que
evoluciono (con la trompeta), más me gusta la música y menos la literatura”. También
el cine le une con Cortázar. “Cuando apagaban la luz era entrar en un mundo
mágico”. Dice el genial contador “para llegar al crepúsculo definitivo
tendría que filmar 40 ó 50 porque si fuera cineasta tendría las misma
exigencias que con las palabras, las mujeres o la geopolítica”.
“Busco títulos
sintéticos, concretos ”. Una de sus
series es Visión Animal. Y posa para
él Tobi. Un perro con nombre de perro. Incluso en Compostela retrató a los patos.
Es esta colección una mirada líquida sobre la capital de Galicia con
ríos, fuentes y precipitaciones.
La serie Correos la expuso en la ciudad vieja de
A Coruña. Un edificio que siempre le
fascinó. Hizo muchas fotos en su entorno, como la del paso del elefante. Eran
tiempos en que los circos se dejaban ver a pie de calle.
Es de principios de
los ochenta. El niño mira por el visor.
“Como cuando mi padre me regaló la primera cámara”. Decía Susan
Sontag “Cuando
sentimos miedo, disparamos. Pero cuando sentimos nostalgia, hacemos fotos”. Capturamos
momentos que nos resultan reconfortantes.
Vari trabajó en los
ochenta de camarero en El Patacón. De
noche tenía tiempo para hacer fotos en el paseo marítimo. Era una época en que
cada vez que llegaba a sus manos un libro o revista interesante lo devoraba.
Incapaz de leerlo sin subrayarlo. Es de los míos.
El hombre con gafas no es Mortadelo. Se
trata del portero del Cine París. “Fue la portada de mi primer libro. Se
publicó en 1989 cuando ya llevaba diez años haciendo fotos”.
Una mujer señala
algo desde el interior de un coche.Al otro lado del parabrisas un animal poco
nítido. “Dejarse ir, perderse en un
viaje. Lo importante es la decisión de partir”. Un recurso constante de Vari
son las vidrieras, escaparates o marquesinas. Ventanas a lo insólito.“Siempre
fuiste mi espejo, quiero decir que para verme tenía que mirarte” señaló el
autor de Rayuela.
Situémonos en la calle Real de la ciudad
herculina. La novia del portal. El fotógrafo es Caramés. Pero otro Caramés.
“Nos llamábamos primos pero no éramos familia”. El profesional murió. Vari quería confiscarla pero un día apareció
con un candado. “Tomé unas cervecitas y fui con el destornillador pero alguien
se me adelantó”.
Un bar de Madrid con estética años
treinta.Ventilador a todo gas. El cuadro se titula El Beso del caballero.Le regaló la fotografía a los dueños del
establecimiento hostelero y no les hizo gracia.
En mis fotos en los
museos siempre sale mi sombra en los cuadros. Así es esta instantánea que tiene
un colgante equino en primer plano.La marca de whiskie que bebía era Caballo Blanco. Es un homenaje a su
papá,que hacía obras con hierro forjado, como Pablo Gargallo.“La foto está en
la cabeza y en el corazón, no en la cámara fotográfica que es solo una herramienta”.
Le quedó muy surrealista una foto superpuesta
de la Torre de Doncos. Se le enganchó con el negativo de unos burros. “Creo mucho en el azar.Es más emocionante que
la certeza”.
En otra de las
fotos aparece una nevera con una botella de vino encima y un limón con cara sonriente. Hay quien
postuló que el cítrico parecía triste o, al menos, agridulce.
Una ventana del Círculo
de Bellas Artes.“Siempre que voy a Madrid paso por allí”. El ademán de una
chica, de aspecto oriental, el techo circular que lo envuelve todo, la sombra
del árbol aporta un toque art decó… “Me
genera una sensación inquietante”.
Una de las fotos
más divertidas se hizo cerca de la costa de Ericeira. Tras sufrir un susto con
la resaca marina. “Luego me encontré
este tinglado”. Un anciano en muletas junto a una cabaña playera donde se lee
“vive rápido, muere joven”. Un chascarrillo muy del humor del ferrolano. “Me
veo como él porque ando jodido de la cadera”. Y cuenta algo que nos ha ocurrido
a todos. “Como el palizas que te tiene dos horas contándote las vacaciones.
¡Insoportable!”
“La serie Nadar fue la menos comercial que hice en
mi vida; apenas he vendido dos o tres copias. Nunca sabes lo que va a triunfar,
hago lo que me gusta a mí ”. Muchas veces los sorprende desde las
profundidades. Como en la película Tiburón.
Un tipo zambulléndose en una piscina.
“No le pagué. La hice con mi canon pequeñita e iluminé los piececitos, que era lo que me interesaba ”.
La foto que le dio
visibilidad en el mundo fue la de la taza de café. Se ve un barco a lo lejos y
gente corriendo. “Me vine arriba. Fue en
una exposición en el Kiosko Alfonso. Vino un coleccionista catalán y me pidió
precio. Y yo de chulo le dije 25.000 pesetas. Él me firmó un cheque por el
doble”.
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