jueves, 30 de enero de 2014

Ilustración a la Gallega

*Conferencia del profesor Xosé Ramón Barreiro (enero 2010)
*Publicado en El Correo Gallego

 
La voz potente de Xosé Ramón Barreiro nos evocó el pasado lunes la visión más autóctona de El siglo de las Luces dentro de la magnífica propuesta de Los Lunes del Ateneo.

Galicia era una gran aldea. Las mejores tierras eran para la vid, arrinconando al centeno y al maíz. En cada casa había vino, pero faltaba una red comercial para exportar el Ribeiro a través del Miño. "No hay un sólo ilustrado que se enfrentara al foro", pues eran los principales rentistas, aunque lo que pagaban los campesinos acabó congelándose.

Compostela tenía 15.000 habitantes cuando en 1784 se funda la Sociedad Económica de Amigos del País. Pronto las ciudades portuarias( Ferrol, A Coruña y el ascenso meteórico de Vigo) se beneficiaron del apoyo de los Borbones. Además, al final del siglo XVIII, construida la fachada de la Catedral y Raxoi, Santiago finaliza el ciclo de grandes obras.

La Universidad, más nutrida que la salmantina, se consideró pacífica hasta que los mil alumnos que había, así como sus profesores, lideraron el Batallón Literario de 1808. Ideológicamente no fuera un hervidero de tesis progresistas ya que a sólo cien metros estaba husmeando la Inquisición. La facultad de Medicina estaba desprestigiada porque nadie quería que se educasen sus hijos tocando los enfermos o diseccionando muertos.

En Francia la razón iba ganándole la batalla a la fe; aquí, el pueblo estaba sedado por los sermones desde el púlpito. La Ilustración se nutrió de canónigos y frailes. Eran fisiócratas pues creían que la inteligencia humana ha de someterse a las leyes de la naturaleza. En vez de confiar en veterinarios "acudían a San Roque para que curara las vacas". Feijoo se enfrentó a la tradición. Inventó un nuevo género literario, el ensayo, y dedicaba todas sus obras al rey. Si había ilustrados absolutistas era imposible que se desencadenase de inmediato la revolución liberal. Hasta entonces no cambiarán las leyes y el equilibrio de poderes. El pueblo, aún sin que se lo reconocieran, se creyó con más poder.

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