lunes, 13 de enero de 2014

El arquitecto de oro

Conferencia de Luis Suárez en Santiago (Mayo 2012)
Hasta la fecha único Balón de Oro nacido en España


Acaba de cumplir setenta y siete años y aún le da para “tomar un marisquito de vez en cuando”. El único balón de Oro que ha parido este país agradece que la Fundación la Rosaleda le homenajee en vida con un coloquio en el Hostal de los Reyes Católicos.

Nació en el seno de una familia de buenos peloteros. Pepiño,el hermano mayor, era un jugador de brega y acabó haciendo carrera en primera en el Alcoyano y Celta. Agustín era uno de esos futbolistas técnicos que surgían con asiduidad en La Coruña pero no acabó por llegar arriba. “Pero yo era mejor que ellos”. Iturraspe fue el osado técnico que le dio la oportunidad en el Dépor; hubo de retrasar la demarcación del talentoso Osvaldo.

El muchacho que acudía a los entrenos en tranvía, no lo tuvo nada fácil en el Barcelona. La afición la tomó con él cuando Ladislao Kubala, ídolo culé de la época, empezó a entrar en menos alineaciones. De toda la vida valoraron más a catalanes y foráneos y menos a los chicos de provincias. Como ejemplo de ese trato injusto recuerda una anécdota de semifinales de la Copa de Ferias del 60. El público del campo de Las Corts, sesenta mil almas, comenzó a silbarle a la mínima; pronto consiguió anotar y las críticas se convirtieron en aplausos; volviendo a su campo el gallego no pudo reprimirse un“ahora no”.

La tirria de Can Barça se acentuó cuando convierte al Inter en un Grande de Europa; antes ganaban scudettos de pascuas en viernes. El traspaso fue de doscientos cincuenta millones de liras, un Dorado para la época. Fue el faro del club lombardo una década y de su excelsa visión de juego se beneficiaron Jair y Mazzola, que“corrían como leones”.

Con el favor de Meana debutó con la Roja el mismo día que su ídolo Alfredo Di Stéfano. Era un equipo plagado de merengues y ocupó el puesto de Héctor Rial. El Bernabéu no lo comprendió pero la Saeta Rubia le tranquilizó y lo bordaron metiéndoles una manita a los Países Bajos. En el 64 alzaría la Eurocopa en un combinado en que jugaban dos gallegos más, Amancio y Marcelino. Ya antes de jugar el Mundial del 66 en Inglaterra estuvo concentrado todo un mes en Compostela; Villalonga lo pensó así para aclimatarse pero aquí llovió a mares todos los días y allí lució un sol de justicia.

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