miércoles, 6 de diciembre de 2023

El cine de Brechner

 

*Ponencia de Álvaro Brechner en la 37ª edición de Cineuropa   (20-XI-23)

*Publicado en El Faro de Vigo (19-XII-23)


   Brechner lee mucho y ve cine variado. Sobre todo películas americanas de los cuarenta y setenta e italianas de los sesenta. "Esa es la patria de mi infancia". Tenían estructura de cuento, como el érase una vez, interés social, político y un sentido vitalista. Salpicado por el humor, como diciendo estamos hundidos pero nos reímos igual. Como le confesó a María Kodama, en todas sus películas procura colar algún momento borgiano.


   Para inspirarse se va una semana a Fuerteventura y lee un libro de Walter Murch sobre el montaje de obras como El Paciente Inglés. Este hombre renacentista también se dedicó al sonido en obras laureadas de Coppola como El Padrino II o Apocalipsis Now. Álvaro también escucha siempre, casi obsesivamente, una canción pero se niega a darnos el título pese a que insistimos. Y se marca una férrea disciplina. Procura evitar citas sociales para encontrar la inspiración.    Y, por último, reescribe los guiones tres o cuatro semanas antes de rodar, ya con las localizaciones cerradas.

   Hay que saber contar bien lo que le pasa al protagonista pero lo que no muestras te libera.  “El director es el resultado de lo que son sus películas y no al revés. La principal herramienta de un cineasta es la imagen, la esencia, y a eso hay que agregarle millones de cosas técnicas, sensoriales y dramático narrativas”. El cine es un arte más dramático que narrativo. Tiene el factor tiempo, como en el fútbol, lo que le otorga más suspense.

Cuenta una anécdota sobre Django, de Tarantino. Se quedó fascinado con la mirada de un esclavo en el momento en que dejaba de serlo. Hablaba más que con palabras.

   Estuvo dos años sin saber que hacer con La noche de los doce años. Las pelis de cárceles suelen ser de dos tipos. O de como se organizan para escapar o de como forman una sociedad paralela. Investigó mucho. La historia era potente.  Le influyó mucho la lectura de El vagabundo de las estrellas de Jack London. Narra 12 años de aislamiento carcelario de tres rehenes de la dictadura uruguaya. No veían el sol, no les hablaban, estaban totalmente incomunicados. Era todo cíclico. Su cerebro no recibía los estímulos de los sentidos. Cuesta distinguir el sueño de la realidad. Y los recuerdos de las fantasías.

   En Mal día para pescar coge a Onetti, que suele ser un autor inadaptable. "Todo el mundo lo conoce pero nadie se atreve a leerlo. Requiere entrar. Es como cuando se rompe la cañería de tu casa y sabes que va a oler mal".  Este escritor tiene poco conflicto y es poco dramatizable. Se recrea el pueblo de Santa María, algo así como el Macondo de García Márquez. Nadie sabe muy bien como es pues en cada libro de Onetti parece distinto. Entre ríos. Con reminiscencias a veces de Montevideo, otras de pueblos más pequeños.

   Le costó mucho financiarla porque era su primera película pero había algo a su favor, tenía mucho tiempo. Viéndola ahora le parece un filme muy pesado, estaba muy condicionado por todas las películas que veía del cine americano de los setenta."¡Nos pasamos! Tenía un planteamiento muy profundo y nos entreteníamos demasiado en los detalles".

   La trama es sencilla. Un fornido se gana la vida viajando por los pueblos para luchar contra los paisanos. Han de aguantarle tres minutos.Uno, que tiene a su mujer embarazada, se atreve a retarle.Y el mánager duda de su pupilo porque ya tiene unos cincuenta años y son"120 kilos y ni un gramo de cerebro". Para buscar a Orsini, el  representante del forzudo, pensó en Gary Piquer, que fuera protagonista de su primer corto. Necesitaba un vendesueños, un estafador que se cree un príncipe. Y así se lo dijo tomando un whiskie en una parrillada uruguaya.

   Y ¿cómo se comunicaban los protagonistas?  Eso acarreaba la dificultad de rodar en dos lenguas.  En la ficción el luchador era alemán y al final encontraron para representar al forzudo a un actor finlandés.

   Brechner conoció a Dorothea Muhr, la viuda de Onetti quien lo acompañó en sus últimas dos décadas en Madrid.  El director fue franco y le avisó, así lo firmó en los derechos, de que no quería que ella supervisase la obra antes de estrenarla. Y es que, “toda adaptación, incluso un guión original, adapta algo”.  A ella el título le parecía una porquería, su hombre lo había llamado "Jacob y el otro".     Gary para impresionar a Dolly, así le apodaban, le dijo que había estado en el reparto de Arsénico por compasión.

 

   Dirigió la ópera Don Giovanni en Uruguay.   Sólo contaban con diez días de ensayo con los intérpretes internacionales. Recibió inspiración del universo ciberpunkie. "Hay códigos que no puedes hacer. Yo pensaba en hacerla cinematográfica y ya me dijeron"ni comentes eso".  Los cantantes tienen que estar cerca de la filarmónica y tener contacto visual con el maestro.


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