-¡Cuéntamelo ya. Lo estás deseando!
- A ver… No sé por donde empezar. Bueno, ¿recuerdas aquel
chico del qué te hablé alguna vez? El solitario. El que parece distinto a los
demás. Un día lo vi por la calle y, ya
que iba con tiempo,lo seguí hasta su apartamento. Me protegí con el paraguas. Creo
que no se percató.
-¡Qué atrevida!
-Pues eso no fue lo que dudé. Tras consultarlo con la almohada
me lancé a escribirle algo.Nada muy fuerte ni muy directo. Pero quería que
supiese de mi interés. Por si reaccionaba. Lo ideal por extensión sería una
postal. Por eso de rellenarla más. Pero la asocio a “te mando un recuerdo
desde Lanzarote o desde la Plaza Navona”. La carta es más privada, más
romántica. Solo le puse mi nombre y mi barrio. “Galilea. As Fontiñas”. Me daba
vergüenza poner el domicilio completo. Parece increíble.Pero supo como
encontrarme. Bueno,en realidad, fue el cartero el que me localizó. El tipo de
correos me hizo llegar su respuesta porque recordó mi nombre.
-¿Cómo? ¡Es una locura!
-Sí, sí. Escucha. Se
acordaba de cuando me dio clases particulares hace algunos años. Un milagro. Era
muy paciente y culto. Ahora está más viejo. Se le nota la barriga y está medio
calvo.
-¿Y qué te contestó el guapo?
-Estaba algo asustadillo. Alucinando. Algo precavido. Se
llama Sergio. Le dije que a veces lo veía en la estación. De los pocos que no
chatea mientras espera. Al parecer es porque va un par de veces por semana a
Coruña a entrenar con un equipo de fútbol gaélico. Curioso porque está flaquito.
Y le hablé de la tortilla con cebolla y de…
-¿Cómo?
-Lo poquito que pude investigar en sus redes. Las tiene muy
privadas. A él le gusta muy hecha y sin
cebolla. Al revés que a mí. También tenía unas fotos en Berlín. Y le dije que
yo reconozco su historia y demás pero que mi foto de allá es una grúa hurgando
en el cemento. Fue correcto pero algo sosito.Al final me puso “¿Y tu quién
eres?”. Yo creo que eso denota cierta curiosidad.
-¿Hubo más contacto desde entonces?
- Sí. Ya tenemos casi una rutina. Más o menos cada semana me
llega algo al buzón. Al parecer fuma.
Eso no me mola. Hasta los folios huelen a humo. Le comenté mis gustos literarios y
musicales. Pero no contestó nada al respecto. Casi todo lo que me dice es sobre
deporte. Y yo tampoco sé darle palique sobre eso. Habla mucho de su familia, de su madre
enferma. Dice que la cuida bastante porque está medio encamada. Parece bastante enfaldado.
-Te veo decepcionada.
-No sé. Es buen
chaval y muy atractivo. Pero no me da chicha.
Somos muy distintos. Me gustaría verlo en persona pero o no se decide o
pasa de todo. Suena muy raro que nunca me hable de sus amigos. Me deja un poco descolocada. Sigo intentando
toparme con él en la calle.
-¿Y qué vas a hacer ahora? ¿Y si dejas pasar unos días para
ver si se impacienta?
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