martes, 6 de octubre de 2015

El caballete de Vincent

Una pincelada sobre la ciudad de Arlés


   Junto a la estación de ferrocarril los niños juegan al bádminton en el pabellón acristalado.  Salvo una pandilla de preadolescentes, de pelusilla incipiente por bigote, que fuman su primer pitillo en el mirador de los leones. La furia de este carnívoro protege el escudo de la ciudad.

 
   Por los muelles desangelados del Ródano cabalgan atletas sin prisa. En el hammam las horas de servicio a mujeres no coinciden, por supuesto, con la de los varones. Siguiendo el curso del río llego al Museo Réattu. En Noa Noa Gauguin jura amor eterno al exotismo primitivo de Tahití. La pinacoteca adquiere solera por exponer cincuenta y siete dibujos de Picasso. Retrató a su madre, a Matisse y su cosmos particular de mosqueteros y arlequines. El malagueño los donó a una ciudad a la que acudió buscando el espíritu Van Gogh y donde colmó su afición por las corridas.Parece mentira pero del pintor neerlandés solo se conserva en Arlés una carta manuscrita. Costó convencer a Gauguin para que viniese una temporada a bañarse del sol del Mediodía.


 


 
 
 (Los jardines del Hospital)
 

El puente decimonónico de Trinquetaille era más sugerente con aquella cubierta de hierro y cristal.  Los jardines del hospital siguen con la arcada pintada en blanco y amarillo, tal como Van Gogh los retrató.  También se desplazó a la necrópolis de Alyscamps. Quería captar el brillo arbóreo antes de la alopecia otoñal. Un boulevard tétrico entre sarcófagos. Un oasis camino de Compostela. Como amuleto esos dichosos frutos pegajosos no comestibles color pelota de tenis. Rompen en silencio las palomas en la huérfana capilla de San Honorat de hornacinas coronadas en concha. El célebre Café Nocturno fue sorbido en la Plaza del Foro. Frederic Mistral merece su estatua por ganar el Nobel, el mismo año que el olvidado Echegaray, por defender la lengua occitana. Busco en los menús mi ración de toro de la Camarga. El camarero de Manresa trabaja seis meses al año al destajo para luego homenajearse con grandes escapadas. Este año le toca China y el Himalaya. 
 
 
 
 
 
(Alyscamps) 
 
 






 

   La plaza de la República es muy ocre,le falta colorido. El obelisco se plantó en honor del rey Sol. Toda la paleta arcoiris se gastó en las vidrieras de la iglesia de Saint Trophime. Los capiteles restaurados de las columnas del claustro representan escenas del Nuevo Testamento. Una delicia. Por el ayuntamiento se accede a los Criptopórticos, tres galerías subterráneas donde se sustentaba el Foro.  Casi un túnel del talego.


   Los romanos de “Arelate” olvidaban sus preocupaciones asistiendo, además del Circo y Teatro, a combates de gladiadores, denominados munera, en las Arenas. En el medievo el anfiteatro se convirtió en muralla y en su interior se edificaron casas, que no se derribaron hasta el XIX. Aún hoy se celebran espectáculos de tauromaquia.

   Un artista contemporáneo corrigió un arco roto colocando cartones de leche y zumo. Anacrónico y original. En el mirador trasero de Notre Dame de la Major,amén de una pareja ensayando coreografías, se divisa la campiña y se distingue la torre vigía de la abadía de Montmajour.

                                                                                                            

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