sábado, 7 de marzo de 2015

Los negativos de Torrente

Fotos realizadas por Torrente Ballester.
Inauguración en la FGTB el 3-3-2015


   Miguel ángel Cid catalogó un montón de viejas fotografías en el archivo de su Fundación y las recuperó desde el punto de vista técnico. En 2010 ya se mostraran una selección en Los mundos de GTB .Las ahora seleccionadas fueron de la segunda mitad de los sesenta y comienzos de los setenta. Plena efervescencia Beatle. Las comisarias de la exposición son dos alumnas del último curso del grado de arte. Lucía Alcaina y Begoña Álvarez dedicaron un mes de trabajo pero desgraciadamente esta última no pudo asistir a la inauguración por la muerte de su madre.

   Muchas de las fotos las realizó con una sencilla cámara Yashica montada sobre un trípode. Cuando llegó a la universidad de Albany en 1965 compró una máquina mejor en Nueva York.

   Juan Monterroso advierte que Pontevedra es protagonista, con imágenes que nos evocan a Fragmentos del Apocalipsis o La isla de los jacintos cortados. Allí retrata el convento de San Francisco y, su imagen fetiche, la iglesia de Santa María. Un divertido robot observa la ciudad del Lérez por la ventana; no sabemos si está castigado o espera compañía.

   En Santiago se detuvo a menudo ante la Berenguela. También ante  los soportales de Rúa Nova y del Villar.Los transeúntes armados con el paraguas en ristre. Nunca fotografía de frente.

   Se fija en los balcones, clásicos miradores gallegos, que en sus escritos define como “colabora-dores del viento”. Torrente los admira, a lo Romeo, desde la calle trazando ángulos contrapicados; muchas veces intenta incorporar las placas de las calles y algunos blasones.

   Ahora hay padres que quieren acabar con la tiranía del fútbol en los recreos; Torrente admira la vitalidad y entusiasmo de los niños. Su pelota bota en plazas empedradas.

   El mar lo asocia con Ferrol al que fotografía sin pudor con su esplendor industrial. Tiene fijación por las carabelas que parecen levitar como su mítico pueblo de ficción, Castroforte del Baralla. No podía faltar la instantánea de su casa natal de Serantes, afeada por los postes de la luz.



   Se han etiquetado como bodegones sus fotos de objetos cotidianos. Así son sus escaparates, sombras de cruces de cementerio o la bohemia estampa de café, cenicero, ron y diario Le Monde.  Gonzalo era un genial literato pero “se enorgullecía sobre todo de ser profesor durante cuarenta  años. Yo también lo soy”. Apostilla con ternura su hijo Álvaro.

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