sábado, 15 de marzo de 2014

Vas a morir

Análisis de la película Dallas Buyers Club
Mejor actor principal (Matthew McConaughey)y secundario (Jared Leto) en los Óscar 2014
*Artículo publicado en El Faro de Vigo el 18 de marzo: "La pandemia del sida"

   Magic Johnson convocó una rueda de prensa para anunciar que era seropositivo. Freddy Mercury reconoció que tenía sida. Era un secreto a voces. Al día siguiente la enfermedad ganó la batalla. Se apagó la voz de la Reina.El mundo quedó conmocionado.  Era noviembre de 1991.

   Los ochenta fueron una época de mostachos. Echen un vistazo a los cromos de los futbolistas con pantaloncitos apretados .De cintas de casette. Pero también de pavor a contraer la pandemia del VIH. Fue una enfermedad asociada al colectivo homosexual; cuando compartir jeringuillas para inyectarse drogas intravenosas o el sexo sin precaución son otras prácticas de riesgo.

   McCoonaughey interpreta a un vaquero texano racista y mujeriego. Amante de los rodeos. Play hard, work hard. Su vida de excesos y desenfreno sufre un shock cuando le comunican que le queda un mes de vida. “Ni siquiera conozco a ningún maricón”. El estigma social.Su pandilla de homófobos le da la espalda. Percibe que el AZT que siempre le recetan no es beneficioso. Desencadena terribles efectos secundarios. Se siente un conejito de indias. Las multinacionales farmacéuticas en tela de juicio. ¿Por qué no aparece nunca la vacuna milagrosa del cáncer?

   Conduce un Dodge. Podría sonarse los mocos con dólares. Demasiado para un electricista. Salvo que robes un Códice.  Pero está demacrado. Una calavera en el espejo. Cae la arena del reloj. Su desesperación y desconfianza hacia las batas blancas le conduce a suministrarse de medicinas de contrabando. Un jaque al sistema. Un estraperlo por la supervivencia. Inicia una campaña contra la FDA, que se encarga del control de las drogas. Contacta con un galeno clandestino en México.  Vuela  a Tokio, Ámsterdam, China o Israel.  Se hace pasar por sacerdote o investigador médico para pasar la frontera. Pero su desorbitado stock delata que también quiere lucrarse del sufrimiento ajeno.  El buen samaritano no es. Nunca imaginaría que su soporte emocional descansaría sobre un transexual y una doctora. Tiene sueños. “Quiero tener hijos, llevar a mi mujer a bailar. A veces desearía la vida de otra persona”. ¿Y tiempo?

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