Meritxell Colell habla en Numax de Con el viento, su ópera prima (1-XII-2018)
Artículo publicado en El Faro de Vigo (17-XII-2018)
Fotos extraídas del blog de la directora catalana
Artículo publicado en El Faro de Vigo (17-XII-2018)
Fotos extraídas del blog de la directora catalana
Recuerdos de
infancia. Para Truffaut fue un acto de revelación encontrar a Jean Pierre Léaud.
Cuando este era un niño en la audición se mostró muy enérgico y positivo. El director no construye diálogos impostados
sino frescos. Se abrió a cambios en el rodaje, a desechar el control absoluto.
Trabajó codo con codo con su guionista Marcel Moussy.
Meritxell también
tiene esa generosidad. “Nunca un cuestionamiento era visto como algo negativo.
No hay verdades absolutas. El cine es un lugar de encuentro. Para ahondar en
los vínculos. Hace físico lo inmaterial”. Eran solo siete en el rodaje para trabajar
de forma trasversal. Todos sintieron el filme como propio, como una experiencia
vital. Se mezcla lo personal con lo cinematográfico. La sonidista, Verónica
Font, grabó 100 horas de sonidos en el pueblo: cuervos, las texturas de la
lumbre… “No hay dirección de arte, estábamos todos construyendo. Por la mañana
mirábamos el vestuario del día”.
Conoció a Mónica
García en enero de2014.La vio bailar,charlaron y decidieron trabajar juntas. La
asturiana idolatra a Beckett.Pero fue la poeta Chantal Maillard,que habla sobre
la herida, un pilar para investigar su personaje.Mónica acudió al pueblo a
visitar a Meritxell un mes de octubre.“Mónica te imanta por su fuerza
escénica”; sufrió una lesión en la rodilla y eso condicionó un poquito el
rodaje. Ahora prepara un nuevo proyecto con la bailarina que se llamará Dúo.
Rescató
emplazamientos emocionales de su vida personal.La acción transcurre en Las
Loras,al norte de Burgos,donde solo viven 6 hombres en invierno.Y hay un
retorno desde Buenos Aires.
La iluminación es
otoñal, muy tenue. ”Nunca rodábamos al mediodía porque esa luz no nos gustaba.
Vivimos once semanas en la misma casa”. La cocina de leña cargaba más el
ambiente. Las cuatro actrices, un matriarcado oculto, salían de allí con
tensión por el espacio y el silencio.
Tuvo el valor de mostrar
a cualquiera sus libretas de trabajo de Tierras
de Soledad,que así era el título inicial . Una con localizaciones y mapas,
de reescritura, personajes, trabajo con los actores y tratamiento visual y
sonoro. En las notas enfatiza “la danza como metamorfosis”.
Meritxell se define
como montadora y “muy caótica”. Hay dos tipos de montaje.Una en barro. Pero
ella prefirió en piedra.Partir de un bloque e ir depurando y quedarse al final
con la esencia. Hay directores que
engañan a los actores. Ella insiste en la honestidad. Pese a todo, Mónica y
Concha Canal, su madre en la ficción,nunca sabían lo que iba a pasar luego, que
se vendería la casa por ejemplo.“Estábamos en el presente de la relación”.
Llegó a culpabilizar a su mamá por permitirle marchar. Y se sentía culpable por
no haberse despedido de su padre.
Conectó las escenas
a través de un caos emocional, desde el llanto al fuego. El trabajo de la
huerta muestra la cotidianidad. La baraja es un símbolo del acercamiento, la convivencia, el tacto,el
compartir mesa. Colell quería retratar a su abuela desde el documental. Captar
su mundo antes de que se acabase.
Siempre se ponía al margen en las fotos. Con una relación muy estrecha
con los ciruelos. El paso de las estaciones y la transformación del paisaje.
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