martes, 18 de diciembre de 2018

Madre e hija

Meritxell Colell habla en Numax de Con el viento, su ópera prima (1-XII-2018)
Artículo publicado en El Faro de Vigo (17-XII-2018)
Fotos extraídas del blog de la directora catalana



   Recuerdos de infancia. Para Truffaut fue un acto de revelación encontrar a Jean Pierre Léaud. Cuando este era un niño en la audición se mostró muy enérgico y positivo.  El director no construye diálogos impostados sino frescos. Se abrió a cambios en el rodaje, a desechar el control absoluto. Trabajó codo con codo con su guionista Marcel Moussy.

   Meritxell también tiene esa generosidad. “Nunca un cuestionamiento era visto como algo negativo. No hay verdades absolutas. El cine es un lugar de encuentro. Para ahondar en los vínculos. Hace físico lo inmaterial”. Eran solo siete en el rodaje para trabajar de forma trasversal. Todos sintieron el filme como propio, como una experiencia vital. Se mezcla lo personal con lo cinematográfico. La sonidista, Verónica Font, grabó 100 horas de sonidos en el pueblo: cuervos, las texturas de la lumbre… “No hay dirección de arte, estábamos todos construyendo. Por la mañana mirábamos el vestuario del día”.

  Conoció a Mónica García en enero de2014.La vio bailar,charlaron y decidieron trabajar juntas. La asturiana idolatra a Beckett.Pero fue la poeta Chantal Maillard,que habla sobre la herida, un pilar para investigar su personaje.Mónica acudió al pueblo a visitar a Meritxell un mes de octubre.“Mónica te imanta por su fuerza escénica”; sufrió una lesión en la rodilla y eso condicionó un poquito el rodaje. Ahora prepara un nuevo proyecto con la bailarina que se llamará Dúo.
  Rescató emplazamientos emocionales de su vida personal.La acción transcurre en Las Loras,al norte de Burgos,donde solo viven 6 hombres en invierno.Y hay un retorno desde Buenos Aires. 

   La iluminación es otoñal, muy tenue. ”Nunca rodábamos al mediodía porque esa luz no nos gustaba. Vivimos once semanas en la misma casa”. La cocina de leña cargaba más el ambiente. Las cuatro actrices, un matriarcado oculto, salían de allí con tensión por el espacio y el silencio.
   Tuvo el valor de mostrar a cualquiera sus libretas de trabajo de Tierras de Soledad,que así era el título inicial . Una con localizaciones y mapas, de reescritura, personajes, trabajo con los actores y tratamiento visual y sonoro. En las notas enfatiza “la danza como metamorfosis”.

  Meritxell se define como montadora y “muy caótica”. Hay dos tipos de montaje.Una en barro. Pero ella prefirió en piedra.Partir de un bloque e ir depurando y quedarse al final con la esencia.  Hay directores que engañan a los actores. Ella insiste en la honestidad. Pese a todo, Mónica y Concha Canal, su madre en la ficción,nunca sabían lo que iba a pasar luego, que se vendería la casa por ejemplo.“Estábamos en el presente de la relación”. Llegó a culpabilizar a su mamá por permitirle marchar. Y se sentía culpable por no haberse despedido de su padre.

   Conectó las escenas a través de un caos emocional, desde el llanto al fuego. El trabajo de la huerta muestra la cotidianidad. La baraja es un símbolo del acercamiento, la convivencia, el tacto,el compartir mesa. Colell quería retratar a su abuela desde el documental. Captar su mundo antes de que se acabase.  Siempre se ponía al margen en las fotos. Con una relación muy estrecha con los ciruelos. El paso de las estaciones y la transformación del paisaje.

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