martes, 18 de agosto de 2015

Las mujeres en la peregrinación

Ciclo ¿A dónde vas peregrino?
Conferenciante: José Carro (pregonero en las Fiestas del Apóstol de 1976,
primeras a las que asistió el Rey Juan Carlos).

*Edición reducida publicada en El Faro de Vigo 
(19-8-2015)

   Muchos peregrinos vivían de la caridad. Solían caminar con bordón y calabaza o pera. La escarcela debía permanecer abierta para dar y recibir. En su viaje de ida llevaban dos báculos cruzados mientras la concha es el distintivo del que regresa. Así, se reconocía a distancia que eran hombres de paz.

   El primer peregrino de nombre conocido es el obispo francés Gotescalco que vino con gente de su diócesis en el 950.  Era muy excepcional que las mujeres vinieran solas.  Pero como los peligros eran furibundos muchas veces hacían pactos de mutua ayuda con otros romeros.

   Había una red de prostitución en el Camino constatado ya en siglo XII. “Nada hay nuevo bajo el Sol”. Las mozas de los mesones, la Maritormes de El Quijote,se incorporaban al lecho de los peregrinos. Por entonces, ya era un universo paneuropeo, con presencia incluso de griegos.

   A lo largo del Camino había devociones secundarias. Mujeres pedían sanarse de “posesiones diabólicas”. Se cree que esos movimientos incontrolados y cambio de voz se debían a casos de epilepsia.  

   Hay referencias a mujeres en cuatro de los veintidós milagros del Libro II del Códice Calixtino. En el tercero viene un francés a pedir fecundidad en 1108. De regreso a casa yace con su esposa y nace un niño.Cuando este ya es mozo vienen en familia en peregrinación de agradecimiento. En Montes de Oca el joven fallece y la madre recrimina al Apóstol habérselo arrebatado. Santiago lo resucita.  En el milagro seis un caballero sale en estampida de Poitou ,suroeste de Francia,para no contagiarse de una enfermedad.Parte con su mujer e hijos en 1100.En Pamplona expira su dama y un injusto hospedero les roba. Una persona les sirve ayuda;era el Apóstol. En el dieciséis tres caballeros se topan con una anciana sola. Para que no cargue uno de ellos le lleva el atillo donde porta su ropa. También auxiliará a un enfermo montándolo en su caballo. Visitan la Catedral pero el buen samaritano enfermó y todos lo socorren. El hijo de Zebedeo le restituye la salud por su alma caritativa. Cuenta el milagro veintiuno que hacía peregrinación impretoria un borgoñés que andaba arrastrándose.Lo acompañaban su mujer, que lo cuidaba, y dos criados que conducían los equinos.Al llegar al templo se quedaron rezando en la intimidad de la noche. A la tercera vigilia el Patrón de España sanó la movilidad de sus miembros.

   Alfonso III el Magno y doña Jimena le regalaron en el 899 una cruz a la iglesia compostelana. La original desapareció a principios del XX; ¿Y si la sustrajo el ladrón de guante blanco Arsenio Lupin? Las donaciones de personajes insignes a la Catedral eran constantes. Muchas de ellas no han llegado a nuestros días. En el XII ya se contabilizaban trescientas cruces de metales nobles.

   Fernando I, esposo de Sancha, reconquistó Coímbra en 1064 bajo el patrocinio del Apóstol.  

   Fernando e Isabel vinieron de visita a Santiago en 1486 y mandaron construir el Hospital Real. Se hizo efectivo tras los fondos conseguidos en la conquista de Granada. En la portada se ven sus bustos, a la izquierda su escudo de armas y a la derecha el del emperador Carlos I. La pareja no daba tenido hijos. Se lo piden a Juan de Ortega, cuyo sepulcro tenía fama de proporcionar fecundidad. Les nacen todas niñas salvo Juan, que sobrevive solo diecinueve  años.    

   Catalina de Aragón pasa por Compostela en el año santo de 1499. Se dirigía a Coruña para zarpar hacia a Inglaterra para casarse con Arturo de Gales. Asistió a misa y contempló como se desprendió el botafumeiro sin causar víctimas.“Como si tiraran una bombarda”dicen las crónicas de la época. Él enferma y muere sin haber consumado el matrimonio. Ella contrae segundas nupcias con Enrique VIII, que era “ligero de cascos”. Pronto el monarca se enamora de Ana Bolena y pidió al Papa la anulación de su matrimonio. Ella no cederá un milímetro. Se libró de la muerte por ser hija de unos reyes tan poderosos. Así, por un capricho de cama, Enrique rompe con Roma y crea la Iglesia Anglicana.

   Tirso de Molina en La Romera de Santiago cuenta en verso como un conde forzó a La noble Doña Sol que viniera pidiendo limosna.  Mariana de Austria, madre de Carlos II, regaló a la Catedral dos cornucopias de plata dorada con piezas de oro y piedras preciosas.

   En diciembre de 1743 peregrina a pie el italiano Nicola Albani. Tras su paso con Compostela decidió desplazarse a Lisboa para negociar allí que lo llevasen en barco a Nápoles. A la altura de Redondela unos pescadores le ofrecieron sardinas. Una vez en el albergue llegaron dos peregrinas castellanas. Una de ellas, muy bella, lo quiso acosar y él la rechazo pues “tenía el cuentakilómetros espiritual a cero”. Se sintió mal porque el hospedero la acabó expulsando.

   María de Guadalupe, sexta duquesa de Aveiro y gran mecenas de las artes , regaló una representación de la batalla de Clavijo. En tiempos de Isabel II, vienen como delegados regios los Duques de Montparsier. No sólo hacen una ofrenda a título personal de mil ducados de oro y la copa de plata que los portaba.


   Como santuario nacional se ideó hacer un panteón real. No llegó a fraguarse en el tiempo por los distintos intereses, por el difícil traslado de los cadáveres por la península…  Hubo un incendio en la Capilla de las Reliquias en 1921 pero los daños no fueron cuantiosos. Además de tres monarcas, hay dos reinas enterradas.  Está Doña Berenguela, esposa de Alfonso VII de León, que yace junto a su hijo Fernando II y su nieto Alfonso IX. Y Juana de Castro, consorte por su matrimonio con Pedro I el Cruel.

   También tenemos santas como Isabel de Aragón,reina de Portugal. Al quedarse viuda de Don Dinís se hace terciaria clarisa. Vino a la Catedral el día de Santiago, donó sus ropajes reales y se reviste con el hábito pardo. Recibió como presente un báculo en forma de te, el que portaban los arzobispos y el que lleva el Apóstol en el Pórtico de la Gloria. Este báculo apareció cuando abrieron su tumba en el XVII.  José Carro presume de que, en un acto de íntima confianza, se lo prestaron para llevar en sus ponencias internacionales.





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