lunes, 23 de diciembre de 2013

Pelele de Iberia

Un ejemplo clarividente de como fueron tratados sus clientes
Publicado el 27-12-2008 en El Correo Gallego


Es jueves temprano y mi vuelo se ha retrasado por la huelga encubierta de pilotos. Al cabo de un rato anuncian por megafonía que disponemos del desayuno gratis(si no volviste a casa). Si alguien se presenta en caja con un zumo de naranja le comunican que ha de abonarlo. Sólo “una pasta y un café”. El opio del pueblo. La gente no puede comer y protestar al mismo tiempo. Aunque los pasajeros son casi todos ejecutivos en la sala de espera no disponen de WIFI y yo estoy saturado por el aire acondicionado. Llegué a Madrid unas cinco horas tarde. Devolución cero. A IBERIA no le enternece que no haya llegado a la reunión de la empresa ni que un chico, en pie antes de que el avión estacione, no coja su enlace para Lima. Cuando llegue el AVE no nos dominarán de este modo.


El sábado a la noche tenía el vuelo de regreso y llegué a Barajas con la debida antelación; al coger la tarjeta de embarque observé que en lugar de citar mi número de asiento ponía las letras SBY; a la hora de partir dijeron que había overbooking, inmoralidad permitida por la Union Europea, sin importar nada que reservara hace más de un mes. Interpreto que dieron mi plaza a algún viajero de un vuelo retrasado. Quedamos colgados una decena, entre ellos los periodistas de La Voz de Galicia y la Cope que venían de cubrir el partido del Celta en Murcia que no se disputó. Algunos sin saber a donde fueron a parar sus bártulos. En ese instante dos individuos con la chaqueta de Iberia aparecen borrachos como cubas alardeando de su estado y montando un espectáculo; tengo testigos de que llegaron a abrazar a un pasajero. Tras ir de mostrador en mostrador, deambulando como ganado por el aeropuerto, nos dan una limosna económica y nos llevan en autobús al hotel de los desamparados; cena de menú, mala suerte los que escogieron sopa de sobre; el postre obligado es yogurt. Cotilleando me entero que tengo derecho a una llamada de 6 minutos, ¡Ni que fuéramos presos! Hay tiempo para deshacer la cama por tres horas. Desencajados por el cansancio volvemos a embarcar; al ser un viaje de negocios sólo llevaba equipaje de mano pero el escáner detecta algo sospechoso; inspeccionan mi desodorante asesino y me comunican:“ O lo factura o tendremos que destruirlo”.

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