lunes, 13 de febrero de 2017

Otto y Ana

*Mi visión de Los Amantes del Círculo Polar   
Película de Julio Medem de 1998 en el epicentro de mi adolescencia
Con interpretaciones de Nawja Nimri, Fele Martínez y Nancho Novo

   Mucho miedo. Le hice llegar una notita. Gracias al cocinero por su colaboración. Espera nerviosa. Dijo sí. Así besé por vez primera a Magdalena Martínez durante aquellas colonias de Porto do Son. Y a cualquier otra chica del mundo. La murciana tenía aparato dental.  Luego estaba crecidito e inaguantable. Y acabé peleándome con mi mejor amigo.Pero eso ya es otra historia.

   Corría el verano de aquel mágico 98. Todavía se buscaba trabajo en las hojas finales del periódico. Medem cosió con cariño esta historia de amor. Ni vacas, ni ardillas, si acaso algún bicho polar. Ternura, lirismo y juegos cronológicos. Pálpitos y casualidades.

   Otto y Ana son nombres capicúas. Geométricos.Son hermanastros que comienzan a atraerse. Su amor debe manifestarse en secreto. Un beso cómplice bajo la cama. Allá donde se retira un niño enojado por un castigo.
   Ana es vivaracha. Quiere descubrir todo junto a su chico. “Tú miras a mi mamá y yo a tu papá”.   Otto parece obnubilado. Siempre en las nubes. Se llamó así en honor de un piloto alemán que sobrevolaba Guernica y acabó suspendido entre las ramas de un árbol. Su abuelo tuvo piedad del foráneo que pudo ser su verdugo. El germano se enamoró de una española y, agradecido, puso un clavel en su pistola.

   Su mamá falleció mientras limpiaba una lechuga. Moscas. Ojalá esa puerta nunca se hubiera abierto. Punto de inflexión. Nunca volvió a ser el mismo. Como Antonio Flores. Como cualquiera. Su corazón latirá distinto. Quiso que su trineo desapareciera en el precipicio. La nieve es esponjosa.
   Abandona el hogar de su padre, no sin antes vaciarle los bolsillos. Sin rumbo. Sin Norte. Mujeres anónimas mojan sus sábanas blancas. Sin demasiados estímulos.  Al Norte. Encuentra una oportunidad laboral como tripulante en una avioneta mensajera. Rumbo al sol de medianoche. Volando de noche, durmiendo de día. A nadie cuenta su paradero. Buscando el equilibrio. De cuando en cuando vuelve a casa a visitar a su progenitor. Liman asperezas.
   La relación de sus padres también se derritió.  Olga encontró cobijo en el hombre que la captó para trabajar en los informativos de la tele. Clavan su bandera en Australia. Álvaro permaneció en el sillón viviendo de recuerdos y nostalgia.


   Ana convivió con un profesor, oficio que desempeñó también. Pero cuando arde la relación sólo piensa en el reencuentro. Se percata que su amor platónico está en Finlandia y prepara su petate. Una cabaña idílica en Laponia que besa el lago y frota el bosque. Para seres espirituales y ávidos de aislamiento.  Sólo queda fusionarse para siempre. Como el soldadito y su bailarina.   

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