viernes, 11 de septiembre de 2015

Nápoles indómito


   Treinta y una paradas entre Sorrento y la capital de la Campania.  Con Pompeya a medio camino. El Tren Circumvesubiano es un mosaico de sensaciones. Ponen un altavoz a todo trapo con canciones de hoy y de ayer. Popurrí. Luego pasan la gorra. El calor es asfixiante pero aquel buen hombre no vendió un solo abanico.  Un pícaro entra en el vagón para birlarle el móvil a una turista asiática y sale corriendo. Las esbeltas mujeres policía intentan ejercer la ley y el orden.

   Multiétnico barrio el que brota junto a la Estación Central y la Plaza Garibaldi. Comienza el baile de los trileros. Clima de desconfianza. Dos señoras me preguntan cómo funcionan las máquinas de comprar billetes. No me fío un pelo. Ya me ha crecido un caparazón de púas.

   En la cafetería hay un mostrador exclusivo de pagos y otro para ofrecer el servicio. Con el cappuccino acompañan un vaso de agua sin solicitarlo. Y un babá borracho de whiskie y nata.

   Ciudad con una personalidad arrolladora. Genial y polémica. Como el Pelusa. El día que muerda la lengua llegará el Apocalipsis. Con los limones de la región Diego daría mil toques con los ojos vendados .
 

   El Mercado de Pignaseca ofrece lo mejor del Mar Tirreno. Pez espada a doce euros kilo. Los calamares más grandes que vi nunca. Que me perdonen en Luarca. A la venta la sabrosa mozarela de búfala.  Por un euro me di un atracón de sandía. No soy de los que trago las pepitas. Pulcinella siempre consigue llevarse algo a la boca.



   El casco antiguo es viejo. Sucio, caótico y descuidado.  Y un goteo de excrementos caninos. El día que la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad debieron esconder el polvo bajo la alfombrilla.  Los vecinos del quinto no cuentan con ascensor. Pero tienen ingenio. Pescan la compra desplegando un cubo por la ventana  amarrado a una cuerda. Críos a pelotazos con la catedral que conserva la sangre de San Gennaro. Imitan el peinado de Hamsik. Gama de tatuajes.   En el hipogeo de Santa María delle Anime del Purgatorio ad Arco, la iglesia de las calaveras, se reza por las ánimas del purgatorio. Un ejemplo de las afamadas entrañas del subsuelo.

 
   Las fachadas muestran sus entrañas sin pudor. Las estatuas son pasto de los grafitis. Altavoz donde propagar la animadversión con Roma, los sueños de anarquía y las declaraciones de amor. Humberto de Saboya, con su mostacho rebosante, quiere intimidar pero se decolora. Sólo Dante, laureado poeta de nariz aguileña, es idultado; la reja de metro y medio ayuda.

   Compras en la Vía Roma, a la que todos conocen popularmente como Toledo, virrey español del XVI que la mandó construir. Hacen cola para un cartucho de patatas fritas y pescadito.  Pizza puttanesca suena bien. Con tomates, aceitunas, anchoas y alcaparras. Me orientan; medio metro para dos personas. Al toparse con el Castel Nuovo ya huele a mar.

   En cada paso de cebra un pulso. Los autos no paran jamás. Las motocicletas, con dos de paquete o perro, tienen más osamenta que nosotros.  ¡Qué el peperoncino nos proteja!

   Museos con sesión golfa. El Arqueológico, de color salmón, alberga, además de Esculturas Farnesianas, la mejor colección de mosaicos, pinturas y numismática de Pompeya. También son interesantísimas la muestra de Modigliani en el Ágora Morelli y de la Gran Guerra en el Palazzo Zevallos Stigliano.

   En la Plaza del Plebiscito cabalgan nuestro Carlos III, con menos melena que de costumbre, y su hijo Fernando. La basílica neoclásica de San Francesco di Paola imita al Panteón de Agripa.


   El Castel dell´Ovo, en el islote de Megaris, pudo recibió tal nombre por la leyenda de Virgilio que reza que hay un huevo mágico escondido en su interior. Si permanece intacto se evitarán las catástrofes. Se aprovecharon sus muros para montar una piscina natural. Sentado en una silla y con los pies a remojo. El agua, en los aledaños del puerto descomunal, es cristalina y templada.  Desde la fortaleza hay una fantástica panorámica de la bahía y la península de Posillipo. Los cañones apuntan a la urbe. Y el Vesubio manso de momento. Si les encanta jugar con fuego.

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