Wroclaw es Ciudad Europea de la Cultura
2016 al alimón con Donostia. Breslavia es capital de la Baja Silesia. Tierra firme del
Barón Rojo, que volaba para el bando alemán en la Gran Guerra.
Por el lema de mi
camiseta un oriundo, con una copa de más, me llama para decirme que trabajó en
el puerto de A Coruña y para dar credibilidad se despide con un
convincente“¡Carallo!”
Duendes juegan al escondite y ganan. El
recuerdo a la barbarie de Tiananmén es una bici blanca hecha añicos; como si le
hubiera pasado aquel tanque por encima.
El Monumento al Transeúnte Anónimo, personas que brotan del subsuelo,
critica la ley marcial de 1981.
En el distrito de los cuatro templos además
de San Antonio, La catedral ortodoxa, la sinagoga Bialym Bopcianem y la evangélica
conforman la libre arbitrio religiosa. Incluso la
Iglesia de Estanislao, Wenceslao y Dorotea lucha por la tolerancia de los
pueblos polaco checo, y alemán.
En Plaza Rynek
Aleksander Fredro pasa calor en gabardina. Aprovecho una feria para ponerme al
día con la gastronomía local. Bigos y
una rebanada con salchicha, pepinillo y cebolla frita.
El puente Tumski
sobre el Oder está sobrecargado de candados pero un mural próximo critica esta
moda pasajera. El Grunwaldzki es un simulacro del Puente de las Cadenas de
Budapest.
Museo Panorama es
un canto patriótico. Rememora la
batalla de Raclawice,donde el ejército polaco vence en 1794
a los invasores rusos. Su cuadro circular no se expuso durante la Guerra Fría
para no generar mayores polémicas.Pero allí mismo hay un monumento sobrecogedor
que expresa el resquemor hacia los abusos soviéticos. Se recuerda los 22000
oficiales que fueron asesinados de un tiro en la nuca en poblaciones como
Katyn, Miednoje o Charkov. El ángel exterminador ejecuta sin piedad y la Madre
Patria,casi plañidera ya, pide explicaciones al cielo.
Llegué en
ferrocarril a la estación principal de Torun.
Mal hecho. Hube de caminar un par de kilómetros sobre el puente del Wisla para
pisar el pueblo del pan de jengibre. Aunque luego vi el otro apeadero más
céntrico. Desértico y olvidado. Parece que la guerra acabó ayer.
Fue fundada por los
teutónicos en el XIII. Fue Nicolás Copérnico su ciudadano más universal. Sol omnia regit. Napoleón, caballero de
la mano en el pecho, hizo una parada en Torun en junio de 1812 antes de
emprender la campaña de Rusia; se hospedó en el Hotel de Varsovie, que hoy se
ha convertido en la sede de la Oficina de Correos. El presente de Torun brilla
menos.
Von Humboldt fue
miembro honorario de la Sociedad de Investigación de Gdansk. La cigüeña posó aquí a Günter Grass y a Schopenhauer cuando
aún se conocía como ciudad libre de Dánzing. En la necrópolis de los olvidados
reposa gente de variopintas religiones y nacionalidades.
Grúas, chimeneas
rojiblancas y tubos conforman un aspecto fabril. En el dorado estadio, casi un
mosaico de láminas de ámbar, España jugó la fase de grupos de su victoriosa
Euro 2012.
El Sindicato
Solidaridad levantó en 1980 un monumento que marina cruces y anclas de acero
por unos huelguistas asesinados en los astilleros diez años atrás. Como una
peli de Kem Loach.
El Gran Molino, fundado
en el XIV por la Orden Teutónica en un islote del Canal Raduni, abastecía de
harina y pan. En su inclinado tejado a dos aguas hay tres hileras de ventanucos
de madera; siete arriba, seis en medio y cinco abajo. En la II guerra fue
pasto de las llamas, como la Puerta
Grúa. Llegó a levantar mástiles de dos toneladas a veintisiete metros sobre el
Motlawa.
La Puerta Alta da
acceso a la calle Dluga. En su friso los
escudos de la ciudad,portado por leones, del país, asido por ángeles, y de
Prusia, por el que pugnan dos unicornios. Estufa y manta para cenar en terraza
a la vera de la Fuente de Neptuno en pleno junio. El vaho del Báltico.
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